martes, 28 de junio de 2016

Checamito, murió buscando agua

Los Pergaminos de Melquiades.

MURIO BUSCANDO AGUA.

Orlando Álvarez Crespo.

                                   “La historia no es la ciencia del pasado, sino la ciencia del Hombre en el tiempo.                               El objeto de la Historia es el Hombre”.
                                                                                                                                                                    M. Bloch.




    La terrible situación de escases de agua por culpa de los malditos gobiernos de Henry Falcón y de Nicolás Maduro nos “permitió” desempolvar la no menos dramática historia de Checamito, un sibilino “caroreño” que se vio obligado a vivir sumergido en las dulces aguas del Morere, y  murió buscando agua mientras abandonaba a Carora.   

    Casi nadie lo conoció por su verdadero nombre; el que aparecía en la Partida de Nacimiento. La gente lo  nombraba con el hipocorístico  inconfundible de Checamito.  Todavía los más antiguos lo  suelen mencionar para apurar a alguien que tarda mucho en la ducha. Es en esta ocasión que suele soltarse la expresión “Que te pasa Checamito”.

  Ahora; ¿Quién era Checamito?... Era un desafortunado cristiano que nació con una extraña enfermedad en la piel y para aliviarse de los terribles y azarosos síntomas debía sumergir su cuerpo en agua.  Sufría de Displacia Anhidrótica Ectodérmica que entre un millón de personas; una puede padecerla. Afecta mayoritariamente a los hombres. De manera pues que padecerla es literalmente estar pagando un karma. Padecerla es estar “salao”  o “nacer estrellado”, pues la misma es hereditaria y congénita.   La Displacia Anhidrótica se caracteriza por la ausencia de glándulas sudoríparas lo que hace que la persona sufra constantemente de calores extremos que pueden terminar en fiebres muy elevadas, convulsiones o infartos hasta que finalmente sobreviene la muerte.   Los síntomas de quienes la padecen se caracterizan por su palidez, escasa cabellera,  frente amplia y desde luego resequedad en la epidermis.  Todas estas características físicas visibles las presentaba nuestro personaje.

      Entre los historiadores venezolanos existe un acuerdo generalizado en afirmar que la explotación petrolera en los “menes” del vecino estado Zulia cambió por completo la vida del país y del estado Lara en particular.  En el caso que venimos refiriendo esto cobra aún mayor vigor puesto que Checamito murió precisamente cuando decidió emprender viaje a los campos petroleros de la Costa Oriental del Lago.

     A finales de la década de los cuarenta del siglo pasado un amigo, vecino de El Calvario, viendo el afán de Checamito de permanecer sumergido en las aguas del río le sugirió que emigrara a los campos petrolero del estado Zulia en cuyas plataformas de explotación, aguas abiertas, de seguro podía ser contratado. Allí se sentiría “como pez en el agua” mientras además de salud ganaría plata. Pero resulta que los peces mueren cuando se tiene largo tiempo fuera del vital  líquido. Eso le sucedió a Checamito.

       Checamito luego de sopesar su fortaleza acuática y su debilidad o su pelaera de bolas, un buen día de enero, emprendió un día su viaje a la región zuliana. Debió hacer un viaje por escalas en función de la disponibilidad de agua donde zambullirse o refrescar su cuerpo siempre acalorado.  Su cuerpo que no estaba acostumbrado a largas caminatas debió acalorarse más de lo normal  y sufrir algunas alteraciones orgánicas y funcionales. La ansiada agua se le hizo escasa, lejana y escurridiza. Aquella situación debió ser desesperante lo cual aumentaba la temperatura de su cuerpo y el desespero de su mente.  En horas de un mediodía de un dilatado verano  caroreño, Checamito convulsionó hasta que finalmente le sobrevino la muerte y Caronte lo paseó por una laguna cuyas aguas no se beben… Murió sofocado por un intenso calor interior estimulado por la temperatura del ambiente y la ausencia de agua. Murió a la altura de un lugar llamado Las Caracaras. Allí fue enterrado. Una humilde crucecita de madera que  existió hasta hace unos treinta años,   rezaba sencillamente “Checamito”.

    Muchos caroreños que hasta ahora nos han dicho que se van para no morir de sed; posiblemente después de leer esta crónica se abstendrán de emigrar de Carora… Y es que los caroreños; unos por vía directo y otros como consecuencia de efectos colaterales vivimos los terribles efectos de la Maldición de Fraile Idelfonso Aguinagalde profetizada sobre Carora a mediados del siglo XIX.


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