martes, 28 de junio de 2016

El Centro de entrenamiento guerrillero en el Torrellas

Los Pergaminos de Melquiades.
El  Centro de entrenamiento guerrillero
Orlando Álvarez Crespo.
   Cuando la izquierda venezolana se engolosina con la idea de que era posible repetir la hazaña de Fidel y sus barbudos de la Sierra Maestra en suelo venezolano, sus militantes más furibundos, llamados por Rómulo “themocéfalos”, se fueron a la montaña con la esperanza de derrocar al gobernó pityanqui de los adecos y de instaurar un régimen comunista tal como lo había soñado León  Trosky.
       Aquí en Carora, como en muchas ciudades del país, existieron focos guerrilleros que causaron cierta preocupación a las autoridades policiales y militares del estado.  Estas células guerrilleras operaban de acuerdo a ciertas prácticas y esquemas organizativos que habían diseñado los bolcheviques  rusos  allá  por  la  primera  década  del  siglo  XX.
     Con miras a entrenar a los camaradas tórrense, en 1961, y en una humilde casucha, propiedad del camarada Ramón Rodríguez,  ubicada en la carrera Calvario entre calles José Herrera Oropeza y Guzmán Blanco de esta ciudad se instaló un centro de entrenamiento guerrillero con miras a preparar para el combate a jóvenes torrenses que se sumarían a las filas Frente Simón Bolívar en las montañas del vecino distrito Morán.  Como toda actividad que requiere un mínimo de discreción y hermetismo en la casa de Ramón Rodríguez cuyo solar  se unía con los predios de una quebrada que facilitaba una eventual estampida en casa de aparecer la DIGEPOL u otro organismo del orden, las puertas y ventanas eran cerradas con un total hermetismo que impedía  la mirada de curiosos mientras se llevaba  a cabo las prácticas militares. Algunos recuerdan que uno de los entrenamientos consistía a enseñar a desplazarse entre los codos y las piernas simulando sostener un arma larga con las manos. Allí se disponían de una docena de fusiles y otras armas de utilería elaboradas con los más  curiosos materiales.
       Algunos  sexagenarios aun recuerdan que aquellos tiempos eran los años en que era frecuente  encontrar “volantes clandestinos” con mensajes  anti-          gobierno o anti aliados del régimen derechista de Betancourt como aquellos lanzados a mediados de diciembre de 1961 con el texto subversivísimo (para entonces) de “FUERA KENEDDY”.  Los torrelleros no se atrevían a tomarlos de buenas a primeras. Tomarlo y leerlos podía traer “graves consecuencias” para los incautos o caídos de la mata. Muchos otros hasta se alejaban de tales volantes… “no vaya a ser que…” Algunos sostienen que Armando La Coca Díaz estaba involucrado en la difusión de tales volantes.
    Los comunistas del Torrellas  tenían desplegada toda una estructura conspirativa y desestabilizadora. Para la fecha que tengo referida se instaló, en la avenida El Cementerio entre las calles Guzmán Blanco y José Herrera Oropeza, frente al antiguo manicomio, una marmolería que era una  mampara más de otras tantas.  Allí llegaron a esconderse, para agosto de 1961, unos trescientos fusiles semiautomáticos M1 Garand, calibre 30 ml; de fabricación norteamericana (Colt). El pintor William Carrasco “descubrirá” luego que eran de  los mismos que salen en la película Rescatando al Soldado Ryan. Se presume que también debió haber, que llegaron por la vía de militares izquierdistas, fusiles FN30, de fabricación belga, usados por el ejército venezolano en los años 60.
     Los Oropeza y sus compinches se dedicaban a la fabricación de niples, bombas y otros artefactos  explosivos. La detonación estaba  a cargo de los más “trincas” y audaces: Tita El Mono Blanco, S. Torbello, El Catalejo,  Man Oropeza; Nenel Ferrer,  Martín Crespo, entre otros.
      De esos camaradas caroreños “entrenados” en Carora, no se conoce nadie  que haya tenido destacada actuación en los campos de batalla de la guerrilla venezolana en aquella época. Sólo un “caroreño” de Río Tocuyo se destacó en la guerrilla venezolana: el Comandante Tirso Pinto que era “una leyenda viviente por su resistencia a la tortura, por jamás haber delatado a nadie y por sobrevivir a las balas que casi lo dejan inválido, discapacitado”.
        Varios camaradas cayeron y sufrieron las consecuencias de conspirar contra el gobierno constitucional y tortura de Betancourt. Por esas cosas  crueles que tiene la vida; cuando ya el país entero comenzaba a transitar el proceso de la Pacificación adelantada por el Gobierno del Dr. R. Caldera, cayeron presos y luego torturados por la DIGEPOL, el nicaragüense Carlos Raúl Irías, Alias El Nica; Marcos Méndez y el dirigente campesino Agustín Álvarez.  Fueron detenidos por el escuadrón anti insurgencia Nº 4 y trasladados en un helicóptero de las Fuerzas Armadas (desde donde los amenazaban con dejarlos caer) hasta la cárcel de Maracaibo. Pagaron condena por 18 meses. Por aquellos años, algunos activistas de la guerrilla caroreña  fueron detenidos y torturados en los calabozos “tigritos” en los campamentos del Teatro de Operaciones que funcionaba en las montañas de El Tocuyo. De eso ni hablan…
    Muchos de aquellos camaradas que sufrieron cárceles por defender la causa comunistas hoy están, en la acera del frente respecto al actual régimen chavista.

     

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