Los Pergaminos de
Melquiades.
El Centro de entrenamiento guerrillero
Orlando Álvarez Crespo.
Cuando la izquierda venezolana se engolosina
con la idea de que era posible repetir la hazaña de Fidel y sus barbudos de la
Sierra Maestra en suelo venezolano, sus militantes más furibundos, llamados por
Rómulo “themocéfalos”, se fueron a la montaña con la esperanza de derrocar al
gobernó pityanqui de los adecos y de instaurar un régimen comunista tal como lo
había soñado León Trosky.
Aquí en Carora, como en muchas ciudades del
país, existieron focos guerrilleros que causaron cierta preocupación a las
autoridades policiales y militares del estado.
Estas células guerrilleras operaban de acuerdo a ciertas prácticas y
esquemas organizativos que habían diseñado los bolcheviques rusos
allá por la
primera década del
siglo XX.
Con miras a entrenar a los camaradas tórrense,
en 1961, y en una humilde casucha, propiedad del camarada Ramón Rodríguez, ubicada en la carrera Calvario entre calles
José Herrera Oropeza y Guzmán Blanco de esta ciudad se instaló un centro de
entrenamiento guerrillero con miras a preparar para el combate a jóvenes
torrenses que se sumarían a las filas Frente Simón Bolívar en las montañas del
vecino distrito Morán. Como toda
actividad que requiere un mínimo de discreción y hermetismo en la casa de Ramón
Rodríguez cuyo solar se unía con los
predios de una quebrada que facilitaba una eventual estampida en casa de
aparecer la DIGEPOL u otro organismo del orden, las puertas y ventanas eran
cerradas con un total hermetismo que impedía
la mirada de curiosos mientras se llevaba a cabo las prácticas militares. Algunos
recuerdan que uno de los entrenamientos consistía a enseñar a desplazarse entre
los codos y las piernas simulando sostener un arma larga con las manos. Allí se
disponían de una docena de fusiles y otras armas de utilería elaboradas con los
más curiosos materiales.
Algunos
sexagenarios aun recuerdan que aquellos tiempos eran los años en que era
frecuente encontrar “volantes
clandestinos” con mensajes anti- gobierno o anti aliados del régimen
derechista de Betancourt como aquellos lanzados a mediados de diciembre de 1961
con el texto subversivísimo (para entonces) de “FUERA KENEDDY”. Los
torrelleros no se atrevían a tomarlos de buenas a primeras. Tomarlo y leerlos
podía traer “graves consecuencias” para los incautos o caídos de la mata.
Muchos otros hasta se alejaban de tales volantes… “no vaya a ser que…” Algunos
sostienen que Armando La Coca Díaz estaba involucrado en la difusión de tales
volantes.
Los comunistas del Torrellas tenían desplegada toda una estructura
conspirativa y desestabilizadora. Para la fecha que tengo referida se instaló, en
la avenida El Cementerio entre las calles Guzmán Blanco y José Herrera Oropeza,
frente al antiguo manicomio, una marmolería que era una mampara más de otras tantas. Allí llegaron a esconderse, para agosto de
1961, unos trescientos fusiles semiautomáticos M1 Garand, calibre 30 ml; de
fabricación norteamericana (Colt). El pintor William Carrasco “descubrirá”
luego que eran de los mismos que salen
en la película Rescatando al Soldado Ryan. Se presume que también debió haber,
que llegaron por la vía de militares izquierdistas, fusiles FN30, de
fabricación belga, usados por el ejército venezolano en los años 60.
Los Oropeza y sus compinches se dedicaban a la
fabricación de niples, bombas y otros artefactos explosivos. La detonación estaba a cargo de los más “trincas” y audaces: Tita
El Mono Blanco, S. Torbello, El Catalejo, Man Oropeza; Nenel Ferrer, Martín Crespo, entre otros.
De esos camaradas caroreños “entrenados”
en Carora, no se conoce nadie que haya
tenido destacada actuación en los campos de batalla de la guerrilla venezolana
en aquella época. Sólo un “caroreño” de Río Tocuyo se destacó en la guerrilla
venezolana: el Comandante Tirso Pinto que era “una leyenda viviente por su resistencia
a la tortura, por jamás haber delatado a nadie y por sobrevivir a las balas que
casi lo dejan inválido, discapacitado”.
Varios
camaradas cayeron y sufrieron las consecuencias de conspirar contra el gobierno
constitucional y tortura de Betancourt. Por esas cosas crueles que tiene la vida; cuando ya el país
entero comenzaba a transitar el proceso de la Pacificación adelantada por el
Gobierno del Dr. R. Caldera, cayeron presos y luego torturados por la DIGEPOL,
el nicaragüense Carlos Raúl Irías, Alias El Nica; Marcos Méndez y el dirigente
campesino Agustín Álvarez. Fueron
detenidos por el escuadrón anti insurgencia Nº 4 y trasladados en un
helicóptero de las Fuerzas Armadas (desde donde los amenazaban con dejarlos
caer) hasta la cárcel de Maracaibo. Pagaron condena por 18 meses. Por aquellos
años, algunos activistas de la guerrilla caroreña fueron detenidos y torturados en los calabozos
“tigritos” en los campamentos del Teatro de Operaciones que funcionaba en las
montañas de El Tocuyo. De eso ni hablan…
Muchos de aquellos camaradas que sufrieron
cárceles por defender la causa comunistas hoy están, en la acera del frente
respecto al actual régimen chavista.
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