martes, 28 de junio de 2016

EL ÚLTIMO FAJINERO

Los Pergaminos de Melquíades 
Orlando Álvarez Crespo
El  último fajinero
           La formación de las estructuras económicas en Venezuela  y tras ellas la aparición de las categorías laborales tiene su origen en el complicado proceso colonizador y la aprehensión de la población indígena y afrodescendiente  a través la dinámica de apropiación socio-espacial.  Fue un proceso que se inaugura con la encomienda, el resguardo, la fundación de poblaciones, las misiones religiosas y por otros tipos de tenencia de tierra.  La evolución de la formación socio económica nacional irá dando lugar  al surgimiento de nuevas formas de relaciones laborales entre los agente  productivo siempre en función de las exigencia de un mercado externo. 

     En la larga historia venezolana hubo un figura o institución laboral, la del Concertado, que nace en el proceso de colonización una vez consolidado la conquista del territorio nacional por parte de los españoles y que aun sobrevive en alguna regiones del país en tiempo de “revolución”, desde luego con sus matices que le dan los tiempos actuales.  Los caroreños estamos acostumbrados a escuchar a los más antiguos que “fulano de tal” fue concertado en casa de “Don Cojones Riera Oropeza” dejando entrever  que se desempeñaron en los más ínfimo de la estructura laboral que existía en Venezuela para la primera parte del siglo XX. Incluso así también pareciera dejarlo ver la mayoría de los libros de historia del país. Pero hubo un caroreño, muy ameno, conversador y polifacético, Felipe El Chareto Ferrer que nos hizo una interesante  observación  “histórica”. Estando cierto día el cronista José Adan  hablando sobre los concertados en Carora de quienes decía eran los más bajo en la escala del trabajo en Carora y en el país, intervino su vecino y visitante frecuente de la panadería Felipe Ferrer y le precisó. “Debajo del concertao (sic)  había uno más: el fajinero; y  yo fui fajienero estando muchacho”. “Yo he desempeñado  todos los trabajos que han tenido los pobres en Venezuela: fui fajinero en Carora y hasta jefe de cuadrilla  en el Zulia, redondeaba Ferrer. 

    A la pregunta de Joseito “Felipe y que hacía el fajinero?” Ferrer, previa  precisión que había nacido en 1.908,  se explayó. Refirió que básicamente hacía  lo mismo que el concertao, desde  limpiar algunos espacios, darle comida a los animales vaciar y lavar el discreto en el río, entre otras rutinas. La diferencia con el Concertado que ganaba Uno o dos  bolívares al mes el fajinero, generalmente un muchacho de corta edad,  debía trabajar de gratis para optar  quedar fijo como concertado. Reseñaba Ferrer que el fajinero recibía una ración más pequeña de comida o debía comer  lo que le sobraba al concertado. Fajinero se encargaba además de ayudar a las mujeres en los oficios de la cocina (“quebrar” el maíz, pilao, buscar agua, buscar leña y, entre otros oficios).  El Fajinero de la ciudad tenía su equivalente rural: el Macoreto quien era  un muchacho que servía  de ayudante a los arrieros en la carga y descarga de las recuas". Era como una especie de peaje que se pagaba para llegar a ser arriero. 

        Para consuelo de los pobres, que lo era el 97 por ciento de la población venezolana, el miserable trabajo de fajinero era transitorio. Quizás  ese carácter de  transitoriedad de esta  institución del trabajo doméstico ajeno  sea la causa de que algunos historiadores lo excluyan  al momento de reseñar las instituciones laborales  venezolanas.  Necesario es resaltar que en las primeras décadas del siglo XX, en la Venezuela del interior las instituciones de trabajo eran netamente  relaciones laborales precapitalistas donde el  “patrono”  era dueño de la vida del trabajador, usufructuario del derecho de pernada, con vínculos al poder político, bendecido por la autoridad religiosa y unos tantos adornos sociales que lo revestían de un carácter casi sagrado. 

   La historia de la existencia de los muchachos fajineros en Carora y en otras muchas partes del país donde seguramente recibió otras denominaciones  pudieran causar vergüenza a cualquier lector desprevenido, pero instituciones como esa nos llegaron de la culta y moderna Europa o allí  “gozaron de buena salud”. Dos libros claves y amenos para comprender los niveles de miseria en que se sumergían a menores de edad en Europa  son El Perfume de Patrick Suski y La matanza de los gatos de Robert Darnton. Para fraseando a  Mark pudiéramos decir que la miseria no tiene fronteras.  La desgracia nunca abandona a sus hijos. 

       Felipe El Chareto Ferrer era el segundo  hijo de Trinidad Ferrer, una de las fundadoras del Torrellas allá por el año del 16. Con su esposa Sacramento Mogollón tuvo una modesta prole: Olga, Gilberto, alias Machín, Felipe José, y Omar, además Alberto y Elías Rodríguez. Fue, además de lo indicado, adobero, albañil, carpintero, armador, cazador y otros trabajos más.  Emigró a los menes del Zulia donde se desempeño como maestro de obra  en la construcción de casas para los técnicos norteamericanos de la  Shell.  En los campos peroleros del Zulia, Felipe Ferrer  entró en contacto con las ideas comunistas, con el sindicalismo, con el beisbol y con la gaita. Solidario, de espíritu libertario y constestatario. 

   En su Juventud, Felipe Ferrer trabajó alternativamente entre los campos petroleros y en las más importantes haciendas del Distrito Torres en las cuales solía cazar luego de obtener el permiso de los hacendados. A estos para sus servicios de albañilería y carpintería solía plantearle una oferta bastante atractiva: le haría un descuento en su trabajo si lo autorizaban a cazar en los predios de la hacienda.  Tenía fama de tener una extraordinaria puntería, como todos los Ferrer, y por lo menos dos venados cazaba recuerdan algunos de sus amigos. Mientras estuvo en Carora prácticamente vivió de la cacería. Muchas anécdotas se cuentan de este caballero. Le gustaba mucho el bizcocho…. Este caballero que fue un torrellero por sus cuatros costados y que desde su infancia debió sobreponerse a las dificultades para salir adelante murió una oscura y triste mañana de mayo de  2004 a los 96 años de edad. 
  

   

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