sábado, 9 de julio de 2016

Adiós al muchacho de las uñas largas.
                                                                 
                                                                           Orlando Álvarez Crespo.



       Cuando allá por los años treinta, cuando la educación al menos servía para formar gente recta, los maestros, además de evaluar el nivel de aprendizaje de los alumnos, evaluaban la higiene y el aseo personal del educando.  No se conocían las complejas teorías sobre la educación de Jean Piaget ni de Vigotsky, pero los maestros apelaban a una estrategia que parecía lógica y elemental; la del premio y castigo, más cercano a los ensayos pavlovianos.  A los muchachos desaseados sencillamente se les echaba un regaño y se les daba un palmetazo “para que sea cochino”. Sin tanta teoría los muchos rápidamente aprendían a bañarse bien y andar limpios al menos para ir lo poco que iba  a la escuela.
   Allá por 1.936, cuando el octavo hijo de los tres que procrearon Don Pompilio Díaz González y Doña Josefa Leal de Díaz estudiaba tercer grado, a La Candelaria llegó un maestro excepcional, músico, compositor que habrá de influir de manera significativa el futuro musical de Alirio Díaz. Joaquín Ramos se llamaba aquel maestro, recordado entre los octogenarios caroreños por ser un caballero afable, bondadoso y de alma grande. En Carora se le conoció con el hipocorístico de Manoquín.
    Cierto día del referido año, mientras el maestro Joaquín Ramos hacía su primera evaluación a los parvulos del tercer grado de la única escuela de La Candelaria observó que entre los primeros párvulos a evaluar había uno con uñas, aunque limpias, más largo de lo normal. El maestro, con la palmeta sobre el escritorio, presto a dar el correspondiente sermón y castigo le preguntó “¿y tu porque tienes las uñas largas? A lo que el muchacho Alirio Díaz, con voz temblorosa, le respondió “maestro es que yo toco guitarra”; y el maestro cerró “ ah, cuando termine la clase me espera para que toquemos juntos”. Aquella inesperada repuesta del muchacho le movió los cimientos emocionales al rígido maestro  y fue el detonante para iniciar una riquísima, simbiótica y perdurable amistad entre el maestro y el alumno. Después de aquel primer “encuentro musical” tocar después de las clases se hizo casi un vicio o un habito para ambos. El alumno cada día sorprendía al maestro con el dominio del arte de la guitarra… Debió resultarle una experiencia personal maravillosa: entre sus pares, los alumnos, aquel muchacho podía de conservar el privilegio de dejarse las uñas largas; y frente al maestro se sentía igualado de tu a tu por el talento natural para la música. … y es que el que va  a (sobre) salir se asoma dice  un viejo refrán castellano.
    
    Alirio Díaz, en 1939,  habrá de venirse a Carora a los diez seis años de edad a proseguir sus estudios en la Escuela Federal Graduado Egidio Montesinos”. Al maestro Joaquín Ramos lo encontraremos dictando clases, ad honorem, en la escuela de Primera Letras “San Luis Gonzaga”, fundada por el Padre Pedro Felipe Montes de Oca, en la avenida El Cementerio. Fue un maestro sencillo, bondadoso y de una alma grande… Aceptabas que sus alumnos, niños y adultos, asistieran sin uniforme y hasta descalzos…Los Ferrer y los Sierraltas más antiguos que no les cuadraba nada decían de Manoquín que éste era un hombre bueno y noble. ¡Que su palabra vaya adelante!
     Después de aquel primer encuentro “accidental” entre Manoquin y Alirio Díaz en la escuelita de La Candelaria, Alirio Martín Díaz Leal ingresó a la cofradía de los grandes músicos de Carora.. y de ahí a la Eternidad… Hoy en día es uno de los muy escasos caroreños vivientes que nos llega de orgullo.  Ramos, ya hartamente conocido  como músico y compositor,  debió dar noticias a sus colegas caroreños  de las dotes musicales de aquel alumno que estuvo a punto de ganarse una palmetazo por “el descuido” de sus uñas.
    Cuando Alirio Díaz había agarrado vuelo propio, Joaquín Ramos, su maestro de tercer grado en la natal Canducha, le compuso varias canciones exclusivas para su alumno. Las más sonadas y conocidas de ellas sean quizás “Nostalgia” y Serenata Caroreña”, la primera incluida en el disco “Melodías Larenses”, 2004, dedicado al maestro Joaquín Ramos.
   Aquel muchacho campesino, nacido el 23 de noviembre de 1923, que ya venía con la  música en sus venas por herencia paterna en su edad febril recibió el estimulo necesario y oportuno de una maestro sabio, humilde y generoso  que lo hará encumbrarse como el guitarrista internacional más grande de todos  los tiempos… ¿y cuándo saldrá otro igual…o al menos parecido? El pasado martes aquel muchacho que estuvo a punto de “ganarse” una palmeta por sus uñas largas emprendió  su último vuelo: el de la inmortalidad. Ad æternum o Ad eternum, Ha sigo el caroreño mas grande, más universal de todos los tiempos; solo equiparable al General Pedro León Torres.

   

martes, 5 de julio de 2016

La Banda de Los Teresitos.

La Banda de Los Teresitos.

                                                                          Orlando Álvarez Crespo

A finales del siglo XIX vivió en Francia una santa que la posteridad conocería con el nombre de  Santa Teresita del Niño Jesús. Había nacido el 2 de enero de 1873, en  Alenzón, Francia y murió el 30 de septiembre de 1897, Lisieux, Francia. Fue canonizada en 1925. Esta mujer a la comunidad católica enseñó con ejemplo que la: la sencillez de alma, servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús, tener sentido del humor ante lo inevitable,  vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean y actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás es la más segura manera de alcanzar el cielo, un camino para llegar a Dios

El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero. En la Carora  empobrecida de entonces la figura de una religiosa así venía como anillo al dedo para dar nombre  a una institución que se ocupare de socorrer y asistir a los enfermos y a los más pobres. Es por ello que a comienzos de 1934, el padre Pedro Felipe Montes de Oca, embriagado por el entusiasmo que desató la canonización de Santa Teresita, funda una institución de caridad con el nombre de Las Teresitas del Santísimo cuya obra social humanitaria  era ampliamente ponderada por todos los sectores de la sociedad caroreña a lo largo del siglo XX. Oficialmente se registró como Asociación Civil Las Teresitas del Santísimo y su primera Presidente fue la entusiasta y eficaz señorita Ana Beatriz Herrera. Formaban también parte de ella Enma y Carmen Alcalde, Ana Teresa Álvarez, Francisca Panchita Ávila,  Ana Beatriz Herrera, María Leonor Herrera, Marucha González y Carolina Zubillaga, entre otras.

Las mujeres más antiguas del barrio Torrellas aún recuerdan la obra religiosa de Las Teresitas: prepararon, desde el inicio de su obra social y hasta  finales de los años 60, a los niños para hacer la Primera Comunión. En el Torrellas lo hacían en la capilla de San Luis Gonzaga, en la Iglesia San Juan y en la Capilla San Dionisio donde acudían los niños de Barrio Nuevo. Para cubrir sus gastos contaban con la ayuda de los caroreños generosos que le temían al infierno, hacían rifas y diversos eventos sociales para lo cual contaban siempre con el apoyo del Padre Montes de Oca. Estas damas, acompañadas de personal paramédico, acudían a los barrios a atender las necesidades de los enfermos y de los “pobres mendicantes”. Su presencia pronto  se hizo sentir intensamente en la sociedad caroreña de entonces.

Pero como en Carora, religión y música corren paralelamente pronto tuvimos una agrupación musical que se conoció con el nombre de Los Teresitos. El nombre en realidad no vino de ninguno de los integrantes que seguramente tenían previsto otro nombre más melodioso sino que como no cobraban por la “tocadita” los mismos caroreños la bautizó como Los Teresitos y por la fuerza de la reiteración y la costumbre los mismos integrantes, en su mayoría notables artesanos, terminaron por aceptar el nombre impuesto.

Los Teresitos fue fundada por Don Ricardo Sierralta en mayo de 1938. Formaban parte de ella además: Vinicio Álvarez, en el Cuatro; Martin Meléndez (¿o Ribero?), extraordinario ejecutante del Violín; Antonio Alvarado, conocido popularmente como “Toño El Cogotico”, en el Bajo; Ricardito Sierralta en la Trompeta. Tiempo después de la su fundación se incorporó Silvestre, El Mocho, Mendoza, con su Guitarra. A ciencia cierta no sabemos la razón del porque no cobraban, cosa que resulta curioso para los músicos. “Muy curioso eso – dice Chus Mogollón- porque hasta Víctor El Cascaruo decía tírenme algo cada vez que carrasqueaba el cuatro…”.

 Todos los integrantes de Los Teresitos  eran reconocidos artesanos que no vivían de la música y este hecho de exonerar de pago a sus anfitriones marcaba una diferencia “operativa” con respecto a la Banda Lara, fundada por Don Eladio  Mora Parra en 1933 y d la banda Carora, fundada  en 1922, por  Juancho Querales. Tocaban música al estilo de la de “Los Antaños de Carora” de Don Armando Oropeza. Se les “contrataban” para amenizar musicalmente  los más exigentes eventos sociales. Algunos de los más antiguos recuerdan como “Martin Ribero hacia hablar ese violín…”


La Agrupación Los Teresitos que ensayaban en una casa de la Avenida El Cementerio, desapareció alrededor de 1963 cuando acontecen la muerte de Vinicio Álvarez y de Martin Rivero quien muere en Barquisimeto. Algunos torrelleros aún recuerdan las notas melancólicas de la vieja guitarra de Silvestre El Mocho, el último de sus integrantes en despedirse de este mundo que a todo le pone tarifa… a pesar del vivir en el Socialismo del Siglo XXI… 

domingo, 3 de julio de 2016

ANIVERSARIO DE LA JUNTA BENEFICA DEL BARRIO TORRELLAS

TERCER ANIVERSARIO DE LA JUNTA BENEFICA DEL BARRIO TORRELLAS

RECORDANDO A UN BENEFACTOR DE ESTA BARRIADA

     No es para menos, sino para sentirse uno lleno de regocijo, la celebración del tercer aniversario de la Junta Benéfica del Barrio Torrellas. Se celebró un acontecimiento en apariencia sencillo, pero henchido de trascendencia. Porque sólo los pueblos responsables de la suerte de sus destinos, son capaces de crear obra de beneficio común. Son capaces de entender la solidaridad humana en esta forma de colaboración social. Son capaces de entender los postulados cristianos sin levaduras de egoísmo, dándose los unos a los otros.

      Esto, en síntesis, es la Institución Benéfica cuyo tercer aniversario ha sido objeto de celebraciones iniciadas por sus animosos dirigentes. La labor cumplida hasta la fecha por esta Sociedad, es de gran trascendencia para el beneficio público. Son muchos, casi diarios, los casos en que la caja tesonera de esta Institución se abre para dar salida a algún auxilio para ios necesitados de recursos, que en otra forma perecerían desamparados. Es cuantioso el auxilio que ios enfermos miserables reciben en sus lechos sin providencia. Y en casos de muerte, centenares de personas dejadas de la mano de la fortuna descienden al fondo de la tierra acogedora cobijados por la protección de esta obra que honra al Pueblo caroreño, no permitiendo que sus hijos hagan el último viaje en condiciones de abandono, como si no hubiera entre los hombres corazones condolidos por los que ya no tienen existencia.

      La Junta Benéfica ha hecho una obra, pues, en todo sentido meritísima. Ha tenido el concurso de sus sostenedores en forma de contribuciones particulares, y también ha recibido el apoyo oficial efectivo del actual Gobierno del Estado, y —desde hace tiempo— de la Junta local de Fomento. Todos estos elementos, los particulares que contribuyen y el Gobierno, deben sentirse satisfechos de que sus valiosas contribuciones para esta obra de verdadera acción social, ha tenido buen uso. No es de lo menos poder afirmar esto, porque es lamentable que en contradicción con este correcto manejo de fondos, se pueda constatar en otras partes, que instituciones constituidas para hacer el bien, se conviertan en manejos especulativos en provecho de miserables traficantes de la confianza del Gobierno y de la generosidad pública.
     
      Esta obra, aunque con proyecciones para toda la ciudad, contrae especialmente su atención a este Barrio denominado con el nombre de i n esclarecido varón venezolano, de quien nos vamos a permitir hablar por algunos instantes. Torrellas Urquiola le dio el nombre a esta porción de Carora, y a fe que con sobra de justicia. Fue él un hombre ejemplar, y su conducta puede servir de paradigma a los hombres de Gobierno venezolano de todos los tiempos. Podría decirse que Torrellas Urquiola fue gomecista. Pero distingamos: Torrellas Urquiola estuvo con Gómez.  
      Fue un conspicuo teniente de Gómez. Pero Torrellas Urquiola no fue gomecista. El gomecismo de cuando Gómez, y después de Gómez, se caracteriza por prácticas de autoritarismo gubernamental, por la violencia contra los ciudadanos, por el despojo de los fondos públicos y por una serie de actos lindantes con los procedimientos de las hordas desenfrenadas sin ninguna clase de respeto para los fueros de dignidad humana ni a la majestad de la conciencia. Torrellas Urquiola, siendo servidor de Gómez, se distinguió por su conducta de magistrado íntegro, por su sencillez republicana tratando a sus gobernados con trato legal, por su esclarecida   pulcritud en el manejo del Tesoro, y sobre todo, por su desvelo por el progreso en un tiempo en que esta palabra sólo era materia para consultar en el léxico.

     Los caroreños especialmente en Lara, tenemos una deuda de gratitud con Torrellas Urquiola, que sólo podríamos pagar con el recuerdo constante. Su nombre en este barrio cumple ese sagrado objeto.

    Cuando el año 16 de este siglo Carora se vio bajo las aguas del Morere, Torrellas era Presidente en Lara, se preocupó tanto de nuestra suerte, que envió de inmediato un ingeniero para que estudiara nuestro caso. Para esa época el Presupuesto del Estado era en extremo pobre. Sería cosa de extraordinario sacrificio defender a Carora en aquellas circunstancias. Pero Torrellas estaba dispuesto al sacrificio. Se cuenta que alguien le advirtió entonces la dificultad de la empresa que pensaba acometer. Pero que ante esa objeción indiscreta, Torrellas se empinó en su nobleza y pronunció esta frase: “Pediremos limosna si la salvación lo necesita”. Estando en esta labor, como en la otra de la carretera que desde entonces nos hubiera acercado a Barquisimeto, le sonó a Diógenes Torrellas Urquiola su última hora terrestre, que fue también para Carora una hora fúnebre de la suerte.

     De las gestiones de Torrellas Urquiola en favor de nuestra ciudad, quedó ese Barrio que se empezó a fundar entonces con las dádivas monetarias que recibieron los damnificados. Quedó planteada la necesidad de salvar a Carora de las acechanzas del río que gobiernos posteriores han ofrecido sin éxito, y quedó el ejemplo de una actividad y de una pulcritud administrativa tan decididas, con los cuales se podría formar un capítulo para el libro que Venezuela necesita escribir para sus gobernantes que, como Torrellas Urquiola, harían un texto de moralidad política.
   
     Los habitantes del barrio Torrellas y los fundadores de la Junta Benéfica deben conservar esa Institución y propugnar a que ella no sólo perdure, sino que dé sólidos pasos en el camino del progreso.

Sin firma.

                                 Cantaclaro. Carora, 4 de agosto de 1940. pp. 1 y 2

Alejandro J. Barrios Piña

                        Alejandro J. Barrios Piña 
                                                                                    Por: Emerson Corobo Rojas


   En una de esas culminaciones de Proyectos pedagógicos de Aula dieron como resultado experiencias muy interesantes ejecutadas durante investigaciones en las aulas, los alumnos se involucraron en un proyecto integral donde se realizaron actividades en diferentes áreas pero que para este relato tomamos el área de Historia. El objetivo principal: Facilitar la participación de los niños en actividades generadoras del proceso de construcción de conceptos básicos: Historia -Cronista, en las Ciencias Sociales.  
Estimular en los niños, a través de experiencias significativas, la consolidación de su identidad Nacional, Regional y muy pertinentemente la Municipal.

Promover valores a través del trabajo cooperativo, democrático y responsable. Desarrollo del Proyecto: ¿Qué nociones tienen los niños acerca de las palabras historia y Cronista? ¿Cuáles eventos y personajes históricos torrenses conocemos? La Docente dio inicio al proyecto generando una discusión en torno al significado de la palabra "Historial”. En pequeños grupos, los niños empezaron a intercambiar ideas y registraban en una cartulina sus interpretaciones. Cada grupo presentó su trabajo a toda la clase y con estos aportes la maestra construyó un mapa de concepto en la cartelera del aula.

La docente había invitado al Cronista de la Ciudad para que sirviera de apoyo al trabajo que se estaba realizando, entra al aula y ella se los presenta a todos los niños y les hace de su conocimiento la importancia de tener en esa investigación a un personaje de reconocida trayectoria en el colectivo caroreño por sus conocimientos de historia y porque era el Cronista de la Ciudad. Inmediatamente la maestra, utilizando la técnica del torbellino de ideas, construyó con los niños el significado de la palabra CRONISTA. Durante el desarrollo del proyecto, el cronista motivó a los niños a iniciar un proceso de búsqueda de información en relación a los eventos y personajes históricos de Torres y les sugería prestar atención a todo lo que se escribiera el colectivo al respecto, así como también revisaran el material impreso y que le hicieran preguntas a sus padres y viejitos que conocieran. Les habló acerca de los hechos históricos en los cuales estuvieron involucrados personajes torrenses, durante la conversación, los niños compartieron sus vivencias y demostraron sus conocimientos previos, como el caso del niño Pedro quien le manifestó al cronista: Usted nombró a muchas personas, pero se olvidó del Profesor Alejandro Barrios que dice mi mamá es muy bueno en historia, él mira a la maestra y ella apenada le responde al niño: Pedro y todos ustedes hijos, perdónenme que no les haya dicho el nombre del cronista al empezar este trabajo, el se llama Alejandro Barrios y le decimos cariñosamente ANDOCHE, qué pena Andoche, discúlpame. Posteriormente los alumnos clasificaron la información recabada y las discutieron en pequeños grupos y se registró en láminas de papel bond el significado de la palabra CRONISTA que fue exhibida en toda la escuela. La cartulina decía: CRONISTA. El Cronista tiene que ser un ciudadano que personalmente tenga el don de un gran carisma de simpatía colectiva; que además sea todo un caballero con una buena y sincera amistad, ampliamente comunicativo, siempre dispuesto a la cordial entrevista y al cruce de ideas de aspecto tradicional e histórico, por elemental o natural que estas fueran. Que su profesión y apostolado sean las de sembrar raíces de nuestra historia chica y pueblerina. Con sobresaliente acierto sepa cumplir con la ya valiosa misión de ser CRONISTA del Municipio Torres, de CARORA, ciudad que tiene que llevar grabada en su corazón, que nos deje como herencia cultural un interesante texto didáctico donde nos describa con lujos de detalles la historia y la geografía de nuestro terruño para que el nombre de su autor jamás pase al olvido y quede grabado para siempre en la historia regional que escriba. El significado de la palabra cronista es: ALEJANDRO J. BARRIOS PIÑA -ANDOCHE- Siempre te recordaremos amigo.
 










 


La Calle de los Cementerios.

La Calle de los Cementerios.
                                                                     Orlando Álvarez Crespo.













               La Avenida Torrellas a pesar de que es relativamente corta, con apenas 10 cuadras de largo ha sido  sitial para  cuatro de los siete cementerios que ha tenido Carora.
         Trazada en 1.917 por el agrimensor Fortunato Franco Sosa, Agrimensor Municipal, la Avenida Torrellas (llamada así luego de la muerte del General Diogenes Torrellas Urquiola, Presidente del Estado Lara quien murió en ejercicio de sus funciones) originalmente abarcaba solo dos cuadras; desde la Calle Bruzual (hoy Ramón Pompilio Oropeza) hasta la que luego se llamó calle Monagas (Colón y Miranda). Esta pequeña calle nacía en la puerta del antiguo cementerio púbico construido en 1.865 y ampliado y remodelado  por el Jefe Civil, el General Juan Agustín Pérez en 1875. Este fue “clausurado” en abril de 1.885 cuando el Concejo Municipal Presidido por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza construyó el Cementerio Municipal en la Playas de Las Cuerdas. Hoy solo habilitado para la aristocracia del barrio Torrellas. Su primer tributario fue el señor Amado Ramos sepultado apenas un día después de su inauguración y quien había presenciado el discurso inaugural del Presidente del Concejo Municipal.
      El Primer Cementerio ubicado en el Torrellas y el tercero Carora, el Mausoleo de 1.865, lo mandó a “patrolear” Jesús Morillo Gómez, en 1.970,  cuando los aires de una modernidad mal entendida clamaban por construir una cancha deportiva.  ¡Ninguna obra construida por la Democracias y por las dictadura ha construida una obra más hermosa que ese antiguo cementerio. Y es que a la modernidad burocrática le falta feeling¡
           A una cuadra más al sur de éste  se improvisó el Cementerio de los Colerientos cuando en  1.856 la pandemia del Cólera azotó a Carora. Se construyó, con carácter provisional,  en las afueras de la cuidad para evitar contaminación. De carácter provisional, allí enterraron a los moribundos del Cólera en 1.856. Cuando en 1972 estaban metiendo las cloacas los muchachos de entonces pudimos ver cadáveres sepultados en posición no cristiana.
       El tercer cementerio del Torrellas, llamado originalmente el cementerio de Las Cuerdas, lo inauguró Félix José Álvarez Urrieta y lo clausuró Franklin Piña G cuando fue Director de Parques, Plazas Cementerios y Ornato Público del Gobierno de Javier Oropeza.
       Más arriba o casi a la misma altura de lo que luego se llamará Avenida 14 de febrero estuvo el cuarto cementerio del barrio Torrellas. Era un cementerio hibrido. No se sepultaron cadáveres humanos, pero si animales, entre ellos el perro cazador de los Carrasco Álvarez.  No tenia cruces sino chasis de carros y camiones; los primeros sacados de circulación en Carora. Su propietario- Regente llamaba a su casa-granja-chivera (la primera de Carora) con el sugerente nombre de El Cementerio de los Elefantes. Ese nombre que pareciera sacado de alguna novela de José Saramago lo el que le dio el polifacética Francisco González, mejor conocido caroreñamente como Chico El caldo e carota.

   Allí; en el Cementerio de los Elefantes que era, además de chivera, granja, gallinero vertical, centro de reflexión,  hemeroteca, estacionamiento y un largo etcétera.  Allí, su dueño estacionaba y lavaba muy bien sus dos carros emblemáticos y llenos de historia: “El Mussolini” (parecido al que mato a José Gregorio Hernández, y  “El Expreso de los Mundos”, un viejo autobús-granja-taller-etc; multicolor,  de piso de madera donde Chico caldo E Carota, después de escuchar las noticias internacionales  en un  radio Telefunkern de onda corta transcribía en las pizarras-paredes del bus para mantener informado a los caroreños.  Sus noticias, con errores ortográficos, eran ciertas aunque los caroreños no le paraban porque “eran vainas de un loco”.

      Este “Cementerio” fue “clausurado” después de que un conocido  comerciante caroreño, de apellido Herrera, quizás atraído por el aviso de venta se interesó en el terreno. En un maltrecho letrero que pareciera obra de Henry Rousseau antes de ser vendido el  Cementerio de los Elefantes se podía  leer “Vendo esta casa hecha con mojones de perro, mojones de puerco y  mucho sacrificio”.  Hoy; sobre lo que fue el mágico Cementerio de Los Elefantes existe un depósito de una marca de leche que tampoco existe, el de Leche UPACA.

       
      ESQUINAS Y NOMBRES DE CASAS TRADICIONALES DEL Barrio Torrellas.

                                                                                  Alejandro Barrios P.
                                                                      Carora: El Antoniano Nº 2. Agosto 2004



      Existió una antigua tradición en la historia de las ciudades venezolana de señalar las casas, esquinas y sitios con nombres muy propios para identificarlos, los cuales han quedado grabadas en la memoria de muchos de sus viejos habitantes y hoy representan un testimonio inolvidable para las nuevas generaciones cuya presencia de los lugares vienen a enaltecer el acervo histórico -arquitectónico, tradicional de este Barrio Torrellas para contribuir a fortalecer la identidad como área urbana de la ciudad la cual se remonta su origen a 1916, cuando una terrible inundación acabó con el Barrio El Calvario (el más antiguo de la ciudad colonial) y sus habitantes se concentraron buscando la aparte más alta, pero cercana al río, en el hoy Barrio Torrellas.

      Los datos que a continuación voy dar me lo suministraron muchas personas, de modo que son testimonios orales de personalidades del Barrio, en primer lugar mi madre, Lucía Cristina Piña de Barrios, ya fallecida, a quien le debo quizás esa vocación, ese amor y el interés por la historia que ella tanto cultivó, contando con emoción sus relatos.


Calle Ramón Pompilio Oropeza

1. La Mano de Dios calle Ramón Pompilio con calle Calvario donde hoy está ubicado el Bar El Pegón (propiedad del Cobre Dulce Madrid) Dícese de un ambiente de salud cercano al hospicio.

2. El Cometa casa que estuvo ubicada diagonal a la familia Mújica Madrid, en la calle Ramón Pompilio Oropeza, fue una venta de víveres y botiquín del poeta Dimas Franco Sosa, debe su nombre a la trayectoria del cometa Halley en 1910.

3. El Oro Negro casa que hoy ocupa la familia de Evangelina Ramos, en la calle Ramón Pompilio Oropeza con Avenida Torrellas.

4. La Frontera esquina de la Avenida Torretas con calle Ramón Pompilio Oropeza, estuvo ubicado un negocio de Juan Riera Salas.

5. El Pan Grande casa que ocupó el Bar Torrellas de Rafael Crespo (Requena) calle Ramón Pompilio Oropeza.



Calle Sucre
6. El Soldado del Chocolate ubicada en la calle Contreras con calle Sucre, casa donde vivía Margarita Pernalete.

7. El Eden calle Sucre con calle Las Brisas. Se dice que en esa esquina funcionó un centro de enseñanza.

8. La Zulianita existió un negocio de víveres ubicado en la calle Sucre esquina con
Avenida Torrellas (cercano al antiguo Cementerio del Cólera)

9. La Pomarrosa calle Sucre con calle Jacobo Curiel casa que perteneció a Agripina Torbello.

10. Las Cuatro Esquinas calle Sucre con calle Jacobo Curiel frente a la Pomarrosa.

Calle Monagas
11. Esquina del Tolete calle Contreras con calle Monagas negocio que perteneció a
Lucio Lucena.

12. La Mascota situada en la calle Monagas con calle Calvario, el nombre se lo colocó José ‘Che” Torres a una bodega que funcioné allí por mucho tiempo.

13. Los Cuatro Vientos esquina de la calle Monagas con Sol de Oriente, en ese lugar ocupó un negocio don José Gutiérrez, hoy lo ocupa Bar El Veterano de Eucrelio Terán.

14. La Urna era una habitación parecida aun ataúd ubicada en la calle Monagas con Avenida el Cementerio (entra las casa de Numa Díaz y la familia Pereira) casa de la familia Álvarez Olivares, en la citada casa nació el periodista Federico Álvarez.

15. El Yacuanquer (Sic.) (poblado frontérizo entre Colombia y Ecuador, donde murió el General Pedro León Torres, luego de la batalla de Bomboná) esquina de la calle
Monagas con Avenida Torrellas, tuvo un famoso Botiquín Manuel Lúquez (Bar Yacuanquer).

16. El Picatierra esquina de la calle Monagas con Avenida Torrellas diagonal al Vacuanquer (Sic.). Famoso Botiquín de Pastor Piña. Anteriormente en este sitio funcionó el Bar Zapatería el cual fue el primer Dancing que funcionó en Carora.

17. La Ñapa calle Monagas frente a la casa de la familia Barrios. Se le denominé la Ñapa por ser hecha con los materiales que sobraron de la Construcción de la casa de las Barrios perteneció a Manuel José Suárez (Chicorro).
18. La Pitoquita ubicada en la calle Monagas con calle Vargas pertenece a Chiro Torres, dueño del último carro de mula que existió en Carora.

19. Miramar calle Monagas entre calle Vargas y la quebrada de El Sasare. Perteneció dicha casa a Elisa Cordero.

Calle José Herrera Oropeza:

20. El Rey de Bélgica ubicada en la calle José Herrera Oropeza con calle El Calvario, había pintado el maestro Julio Teodoro Arze un retrato en la pared la figura de Leopoldo II rey de Bélgica quien había liberado los esclavos del Congo. También se le llamó la esquina del muñeco.

21. La Barranca de la Muerte calle José Herrera Oropeza con Avenida Torrellas, se le llamó así porque estaba al margen de una quebrada la cual tenía una cierta profundidad. Existió un famoso Bar.

22. La Campesina casa ubicada en la calle José Herrera Oropeza con calle Jacobo Curiel, la casa sobresale a la calzada es decir no tiene acera.

23. El Gólgota calle Vargas entre calles José Herrera Oropeza y Monagas, lugar que ocupa hoy la casa de Arsenio Oropeza.

Otros Sitios de Interés Histórico

24. El Clavel Nevado calle Jacobo Curiel con calle Padre Zubillaga, casa que pertenece a Cristina Pérez, Precisamente frente a este inmueble estuvo ubicada la famosa Cruz de Palomares, un famoso guerrillero, Caracciolo Palomares, de origen trujillano que calló abatido en ese sitio en una de los enfrentamientos guerreros del siglo XIX caroreño.

25. El Cofre ubicado en la calle Contreras entre calles Monagas y Guzmán Blanco, sitio frente a la familia Gutiérrez.

26. El Talismán calle San Juan entre calle Jacobo Curiel frente al antiguo Cementerio de Carora (hoy Módulo de la Clínica Forense).

27. Sitio de Campo Lindo antigua puerta de entrada y salida de Carora por la vía de los Andes, donde frecuentaban los arrieros en los caminos de recuas, cercano al río Morere. Existió una casa o posada de José Hurtado Benito, hermano del padre Maximiliano Hurtado, fue destruida por la inundación de 1937. En esa casa existió un alambique por medio del cual producían un cocuy famoso denominado Pata Negra.

28. Campanero antigua posesión de Juan Bautista Franco Montero y luego pasó a Don Pablo Zubillaga era una huerta donde existía unos hornos de cal. Es el sitio que hoy ocupa la urbanización con ese mismo nombre.
29. La Granja es el sitio que hoy ocupa la institución Fe y Alegría, fue una estación de monta del Ministerio de Agricultura y Cría, inaugurado en el gobierno de Isaías Medina Angarita.


Armando La Coca.

Armando La Coca.
Orlando Álvarez Crespo.



       En el populoso barrio Torrellas vivió  un caballero que fue todo un singular personaje. Aún muchos vecinos y coterráneos le recuerdan con cariño.

       Armando José Díaz, popularmente conocido como La Coca,  debió haber nacido a finales de los años treinta o al comienzo de los cuarenta del siglo pasado. En su juventud militó en las filas del Partido Comunista de Venezuela donde adquirió el dominio de la palabra. Era un pico e plata y activo agitador en la lucha contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Con el ascenso de Acción Democrática al poder, La Coca, como todo comunista, se convirtió en un acérrimo crítico del gobierno de Rómulo Bantancourt, e incluso llegó a sufrir persecuciones de la extinta DIGEPOL.  Dicen que solía enconcharse en el horno que tenía Carmelita, su madre, para hornear las cucas. Se distinguió por cuidad su apariencia personal. Fue  todo un gentleman. Fue una excelente Primera Base aunque nuca pudo  jugar con el Torrellas B.B.C debido a su temperamento muy volátil.

       Pero es en el campo existencial y laboral donde La Coca Díaz acumuló las más insólitas anécdotas.  Se dice que una vez logró fundar un sindicato de desempleados, cosa en la cual solo le antecedía Vladimir I. Lenín.  Movilizó a unos cuantos desempleados y logró causar cierta resonancia en la ciudad.  Jesús Morillo Gómez, a la sazón amo del poder y de la ciudad, lo llamó a negociar. Le ofreció un empleo como placero    ( todo un ñemeo). Díaz se negó a aceptar tal propuesta. Morillo insiste y presiona. Ante la insistencia de Morillo Gómez, Armando La Coca toma fuerza y le espeta. “Que bolas tienes tu Morillo; tantos seguidores que tengo ahí afuera y me quieres dar el trabajo a mí. Tu lo  que quieres es dejar el movimiento acéfalo…”  Y es que Armando Díaz sabía que la palabra trabajo deriva del latín “tripalium”, tres palos, que era un antigua instrumento de tortura.

         Cierta o no la anterior anécdota se la atribuía a La Coca  y desde entonces, o anterior a ello, adquirió una indeleble fama  de esquivo al trabajo rudo. Sin embargo se desempeñó como pregonero de Tribuna Popular, del Diario Crítica de Maracaibo y finalmente del Diario de Don Antonio, como decía el mismo.

     Cuando rendía tributo al dios Baco, La Coca sufría una especie de transmutación kafkaiana, pero al revés. Se le olvidaba su origen humilde y sus ideas comunistas, se quitaba el apellido Díaz al estilo Pablito Arapé; y se colocaba los apellidos de las familias tradicionales de Carora.
   Con el paso del tiempo, cuando la ola neoliberal privatizadora parecía  imponerse sobre la faz de la tierra,  Armando La Coca abandonó  definitivamente  sus ideas comunistas.  Adoptó los vicios  y debilidades del capitalismo depredados: la lotería, las apuestas del  5 y 6, la bebida, etc.  Dicen en  La Barranca que de tanto hablar  y gesticular sobre el dinero se les borraron las huellas dactilares del índice y del purgar de tanta frotación sistemática que simulaba un tic nervioso.

         Finalmente sus creencias eran una extraña mezcla de mercantilismo salvaje  y lo que hoy se llama Auto ayuda. La Coca creía, por ejemplo, que la única esperanza de los venezolanos pobres era la Gaceta Hípica.  Desarrolló toda una teoría sobre la fortuna  y la suerte. Decía por ejemplo que las ánimas de los ricos  eran más seguras a la hora de pedir intermediación divina en las cosas inciertas.” Los pobres tienen mucha energía negativa, se le solía escuchar. Cuando sellaba un cuadro del 5 y 6, que lo sellaba sobre la tumba de Germán Herrera G, lo presentaba ante el Corazón de Jesús de una de las casas de la oligarquía del barrio. Todo ello para cargarse de energía y vibraciones positivas. Las ánimas de los hombres de fortuna tenían más facilidad para interceder en los oscuros e inciertos caminos de la fortuna, para hacer fluir la riqueza y la proferida. Algo muy parecido postula la nueva metafísica de la Auto Ayuda.




Con el permiso de Pitágoras.

Con el permiso de Pitágoras.


                                                                 Orlando Álvarez Crespo.


         Es muy dado en cierta “raza” de especialistas a catalogar de ignorantes  a aquellos que no conocen en profundidad la parcela del conocimiento que ellos conocen.  El sabio Pitágoras (569 a c. – 475 a.C.) colocó un letrero inhibidor en su celebre  academia: “quien no sepa matemática que no entre”.  Por su parte; el historiador caroreño J. Mora se atreve a llamar ignorante a quien no conozca la génesis de las instituciones judìricas que los españoles transplantaron en el Nuevo Mundo.  Desde luego esto es un error.  A la verdad y a la utilidad se le llega de varias formas.


         En el barrio Torrellas de Carora, existió una Bodega  que parecía más bien una especie de hipermercado tropical. Bodega “La Violeta”, ubicada en la calle Ramón Pompilio Oropeza, propiedad del empresario Nicanor Graterol,  y regentada excepcionalmente,  y durante cincuenta años por Fausto Meléndez, quien aunque parezca mentira, era ágrafo.

         En La Violeta, cuyas “novedades” eran anunciadas por Radio Violeta, la primera radio comunitaria del país, se vendió desde arepa “Mata peón” hasta infundia de iguana, pasando por la pólvora y el cemento al detal.  Fausto Meléndez no solo vendía de todo un poco, sino que además tenía repuesta para todo. Así cuando alguna dama le pedía que le cambiase una arepa pasada de candela por otra más blanca y le decía “Fausto cámbiame esa arepa que está muy fea” nuestro personaje ripostaba: “Ayú ¿y quien te dijo a voz que las tripas tenían ojos?; pero al final concedía el cambio.


    En aquella bodega las cosas se vendían por peso aunque el aparato de pesar casi nunca se usaba; pues para medir se disponía de unos taturos ya calibrados para medir los mas diversos productos que allí se expendían. Fue quizás la ultima bodega donde aún se hablaba de cotejo (6 litros), arroba, cuartilla (12 litros),  medio, quintal, fanega, decalitro, libra, onza, etc, ya hoy en pleno desuso.  Era la época cuando por un bolívar se compraban 14 huevos, 16 cucas o 12 plátanos; un kilogramo de sal (en grano) valía)  una locha, y la sal molida un medio.

        La gente mayor de cuarenta años aun tiene fresca memoria de lo más atractivo de aquella curiosa y pintoresca pulpería: la ñapa, que allí no era simplemente el obsequio de un caramelito de coco o una conserva.   Si bien es cierto que la ñapa era una institución comercial muy extendida en la Venezuela de la primera mitad del siglo XX, en La Violeta esa institución de curioso origen inca, se adoptò e institucionalizó como un irresistible atractivo comercial para los muchachos  responsables de hacer los mandados. Allí éstos tenían la posibilidad   de ir acumulando el crédito por concepto de ñapa.   El valor favorable de la ñapa se acreditaba  de acuerdo al monto de la compra. Se disponía  de tres frascos de vidrio donde se depositaban granos de café (de mayor valor, para los que compraban mas de un real), maíz o caraota según la naturaleza de la compra.   Así entonces ocho (08) granos de maíz eran equivalentes  a una extinta locha. La relación era por cada bolívar se acreditaba un locha. Ya adelantado el siglo XX aparecieron los llamados boletos azules como certificado de haber comprado un bolívar.

   Fausto Meléndez logró atraer  a casi la totalidad de chiquillería del populoso barrio Torrellas que encontraba  en La Violeta una agradable recompensa al esfuerzo de caminar dos o tres cuadras más que significaba llegar hasta aquella bodegota. 

   
    Eso y toda la contabilidad la llevaba con exactitud de academia  aquel humilde viejo cristiano que no conocía la estructura (al menos escrita) de las matemáticas y que quizás no tenía credenciales para entrar a la academia fundada por aquel sabio que hace veinticinco siglos nos legó una sencilla formula para calcular el área de grandes extensiones.





sábado, 2 de julio de 2016

Les traigo a la Virgen de Aregue.


Les traigo a la Virgen de Aregue.

Orlando Álvarez Crespo.

      Casi todos los pueblos del Mundo tienen una historia de un hombre dotada de fuerza física extraordinaria.   ¿Qué son los nombre de Goliat,  Sansón, Hércules, Atlas, etc, sino esos arquetipos que perduran en la memoria colectiva de la humanidad?  En la mayoría de  los pueblos de Venezuela también nos encontramos con historia de personajes que se recuerdan con su extraordinaria fuerza física.  En los Llanos, por ejemplo, se recuerda el nombre de Fernandote Aponte que tenía la capacidad para levantar  un piano de cola para lo cual se hizo necesario la fuerza de seis caleteros para bajarlo del barco.  El Piano había sido importado desde Paris para el uso de la familia Díaz Rodríguez.


   En la Carora de la primera mitad del pasado siglo XX funcionó un manicomio  en donde es hoy la Iglesia Coromoto. Había sido mandado a construir por órdenes de Monseñor Pedro Felipe Montes de Oca. Era una curiosa construcción de piedra trabada  y mampostería, muy parecida a la Iglesia de Santa Lucia que se edificó en donde hoy está el Centro Comercial “Don Cherra”.   Funcionó como un tradicional centro de reclusión de enajenados mentales. A punta de un rejo de cuero y potes de agua bien fría controlaban a los locos, pero sin curarlos de manera permanente.   Allí estuvo recluido por casi un año un “paciente” “nada “standart” hasta que en un día de luna llena de Junio  de 1.941  decidió ser libre y abandonar aquel recinto de desprecio de la condición humana.  Gabino Leal se llamaba nuestro personaje, natural de Muñoz, era de baja estatura, pero de contextura fuerte al estilo de los levantadores de pesas,  su  tez morena le disimulaba muy bien su avanzada edad.  Gabino Leal debió haber nacido alrededor del año de 1.915.

   Gabino Leal en la fecha mencionada en un ataque de locura, furia y desesperación “arrancó a pilón”  la blindada puerta de aquel centro de reclusión. No era que la puerta estuviera blandita o desajustada; nada de eso. Gabino Leal era un hombre con fuerza.  Gabino no se conformó con desprender la puerta y recobrar su  libertad sino que la llevó hasta al Jefe Civil de la ciudad,   y le espetó “aprendan a poner puertas en los manicomios porque los locos tienen mucha fuerza”.  Otros “memorialistas” dicen que Gabino Leal al presentarse con la pesada puerta a cuestas les dijo a los funcionarios locales “hay les traigo a la Virgen de Aregue”. 

    Desde  aquella ocasión la mayoría de los enajenados mentales recluidos allí comenzaron nuevamente a deambular temporalmente por las calles.  Luego las autoridades los volvieron a encerrar con la excepción de Gabino Leal porque las autoridades estaban convencidas que volvería a arrancar la puerta en cualquier momento.  Al fin al cabo allí, como en las actuales cárceles, nadie se mejoraba. Y Gabino Leal era loco por temporada, era víctima del influjo de las fases de la luna.  Al volver a la normalidad Gabino Leal  se desempeñaba como mecánico automotriz.  En tal oficio se le endilgaban los cuentos de aflojar las tuercas más apretadas, de levantar carros enteros y hasta de doblar cigüeñales.  Dicen algunos viejos que cuando se encolerizaba con alguien Gabino lo amenazaba “con ponerle un Jeep por la cabeza” y el “contricante”  al recordar los antecedentes de Leal evitaba cualquier enfrentamiento.   Algunos recuerdan a este hombre de tez morena vestido con “uniforme” de mecánico “media cuchara”, esto es, su negritud se acrecentaba con lo negro de la grasa y el aceite quemado.

   Gabino Leal, era natural de la Otra banda, fue en mecánico automotriz  muy destacado. Murió al chocar un Jeep que andaba probando por las Inmediaciones del Hotel Madre Vieja. Choco el vehículo contra  el poste que al parecer él creía era una cruz muy bien plantada.

     Hace un par de décadas atrás aún solía escucharse “tiene más fuerza que Gabino  Leal”  para referirse a una persona con una fuerza física descomunal.

      Tiempo después de aquel incidente, en 1.951 el manicomio de Pueblo Nuevo quedó abandonado hasta que el entonces párroco Eduardo Herrera Riera  generosamente lo cediera a Tín Camacho que lo acondicionó para vivir allí con su familia.