sábado, 2 de julio de 2016

Les traigo a la Virgen de Aregue.


Les traigo a la Virgen de Aregue.

Orlando Álvarez Crespo.

      Casi todos los pueblos del Mundo tienen una historia de un hombre dotada de fuerza física extraordinaria.   ¿Qué son los nombre de Goliat,  Sansón, Hércules, Atlas, etc, sino esos arquetipos que perduran en la memoria colectiva de la humanidad?  En la mayoría de  los pueblos de Venezuela también nos encontramos con historia de personajes que se recuerdan con su extraordinaria fuerza física.  En los Llanos, por ejemplo, se recuerda el nombre de Fernandote Aponte que tenía la capacidad para levantar  un piano de cola para lo cual se hizo necesario la fuerza de seis caleteros para bajarlo del barco.  El Piano había sido importado desde Paris para el uso de la familia Díaz Rodríguez.


   En la Carora de la primera mitad del pasado siglo XX funcionó un manicomio  en donde es hoy la Iglesia Coromoto. Había sido mandado a construir por órdenes de Monseñor Pedro Felipe Montes de Oca. Era una curiosa construcción de piedra trabada  y mampostería, muy parecida a la Iglesia de Santa Lucia que se edificó en donde hoy está el Centro Comercial “Don Cherra”.   Funcionó como un tradicional centro de reclusión de enajenados mentales. A punta de un rejo de cuero y potes de agua bien fría controlaban a los locos, pero sin curarlos de manera permanente.   Allí estuvo recluido por casi un año un “paciente” “nada “standart” hasta que en un día de luna llena de Junio  de 1.941  decidió ser libre y abandonar aquel recinto de desprecio de la condición humana.  Gabino Leal se llamaba nuestro personaje, natural de Muñoz, era de baja estatura, pero de contextura fuerte al estilo de los levantadores de pesas,  su  tez morena le disimulaba muy bien su avanzada edad.  Gabino Leal debió haber nacido alrededor del año de 1.915.

   Gabino Leal en la fecha mencionada en un ataque de locura, furia y desesperación “arrancó a pilón”  la blindada puerta de aquel centro de reclusión. No era que la puerta estuviera blandita o desajustada; nada de eso. Gabino Leal era un hombre con fuerza.  Gabino no se conformó con desprender la puerta y recobrar su  libertad sino que la llevó hasta al Jefe Civil de la ciudad,   y le espetó “aprendan a poner puertas en los manicomios porque los locos tienen mucha fuerza”.  Otros “memorialistas” dicen que Gabino Leal al presentarse con la pesada puerta a cuestas les dijo a los funcionarios locales “hay les traigo a la Virgen de Aregue”. 

    Desde  aquella ocasión la mayoría de los enajenados mentales recluidos allí comenzaron nuevamente a deambular temporalmente por las calles.  Luego las autoridades los volvieron a encerrar con la excepción de Gabino Leal porque las autoridades estaban convencidas que volvería a arrancar la puerta en cualquier momento.  Al fin al cabo allí, como en las actuales cárceles, nadie se mejoraba. Y Gabino Leal era loco por temporada, era víctima del influjo de las fases de la luna.  Al volver a la normalidad Gabino Leal  se desempeñaba como mecánico automotriz.  En tal oficio se le endilgaban los cuentos de aflojar las tuercas más apretadas, de levantar carros enteros y hasta de doblar cigüeñales.  Dicen algunos viejos que cuando se encolerizaba con alguien Gabino lo amenazaba “con ponerle un Jeep por la cabeza” y el “contricante”  al recordar los antecedentes de Leal evitaba cualquier enfrentamiento.   Algunos recuerdan a este hombre de tez morena vestido con “uniforme” de mecánico “media cuchara”, esto es, su negritud se acrecentaba con lo negro de la grasa y el aceite quemado.

   Gabino Leal, era natural de la Otra banda, fue en mecánico automotriz  muy destacado. Murió al chocar un Jeep que andaba probando por las Inmediaciones del Hotel Madre Vieja. Choco el vehículo contra  el poste que al parecer él creía era una cruz muy bien plantada.

     Hace un par de décadas atrás aún solía escucharse “tiene más fuerza que Gabino  Leal”  para referirse a una persona con una fuerza física descomunal.

      Tiempo después de aquel incidente, en 1.951 el manicomio de Pueblo Nuevo quedó abandonado hasta que el entonces párroco Eduardo Herrera Riera  generosamente lo cediera a Tín Camacho que lo acondicionó para vivir allí con su familia.


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