“La Violeta” de Nicanor Graterol
Orlando Álvarez
Crespo
La pulpería en América Latina fue una
institución del comercio que prácticamente nació con las ciudades fundadas por
los conquistadores. Su origen data de mediados del siglo XVI, y proveía todo lo
que entonces era indispensable para la vida cotidiana: comida, bebidas, velas,
carbón, remedios, telas, y un largo etcétera. Era también el centro social de las clases humildes y
medias de la población; allí se reunían los personajes típicos de cada región a
conversar y enterarse de las novedades. Eran lugares donde se podía tomar bebidas
alcohólicas, se realizaban riñas de gallos, se jugaba a los dados, a los naipes
y todos los vicios decentes de la época. Eran una viva expresión de la cultura
local.
El
origen de la palabra pulpería es ambiguo y controvertido. Para algunos autores,
su significado se relaciona con el pulpo, siendo así que según el inca
Garcilaso de la Vega (Lima, 1552) se denominaban "pulperos" a los más
pobres vendedores, porque alguna vez en la tienda de uno de ellos hallaron
vendiéndose un pulpo. Otros afirman “pulpería”
podría haberse originado en la creencia de que en estos establecimientos se
vendía pulpa de res al estilo gallego. También se cree que el nombre se origina
en el hecho de que en estos locales se vendía pulpa de frutas. Otra versión, la
que sostiene Lisandro Alvarado en su obra
Glosario de Voces Indígenas,
sostiene que “Pulpería” es una corrupción fonética de “Pulquería”, que
era el establecimiento donde se expendía pulque, una bebida, por
fermentación, que se elaboraba en México
de las hojas del maguey. El hecho de que la palabra haya mutado de
pulquería a pulpería se explica fácilmente: fuera de México, el pulque era casi
desconocido; en cambio, se conocía y se conoce la palabra pulpo, aunque casi
ninguna "pulpería" haya nunca expendido pulpo -o en todo caso, pulpa
de carne vacuna-.
Irrumpe el siglo XIX y ya está
consolidado el término Pulpería para denotar aquel establecimiento donde se
expendían los artículos de consumo “masivo” o los más populares aunque no
vendieran cocuy como la Pulpería de Nicanor Graterol fundada en 1936. Y allí no
vendían cocuy porque su dueño había hecho una especie de cartel con Juan Riera
Salas de Bar Zapatería. El nombre
de Bodega La Violeta fue una nomenclatura que sólo utilizó la
burocracia del fisco municipal a los efectos de la Patente de Industria y
Comercio; el propio Nicanor la llamó sencillamente La Violeta. Para los
torrelleros era llamada la Pulpería de Nicanor para diferenciarla de la de Juan
Riera Salas, de la de Requena Crespo, de la de Bencho Serrano o la VIP de
Emilia Túa. La de Nicanor era toda una
tienda por departamento aunque todo estuviera amontonado. Allí se podía
conseguir infundia de iguana para destrancar el pecho, creolina, gusanillos,
pólvora, granos, un delicioso jugo de tamarindo, un largo etcétera que incluía comida y las arepas mata peón (una pendeja arepa)
hechas por Librada. Por cierto cuando alguien que se le quejaba a Fausto
Meléndez de que la arepa estaba muy fea, muy quemada éste ripostaba “ayu y ¿quien te dijo a vos que las tripas
tienen ojo?”, pero gustosamente la cambiaba.
Nicanor Graterol tenía dos muy buenas
estrategias comerciales; 1) la propaganda sistemática y reiterada por
Radio Violeta en la jocosa e irrepetible frecuencia Q K C K; 2) la
política de la ñapa a los muchachos mandaeros a través de los famosos “boletos”
canjeable por dinero o mercancía. La dialéctica de los boletos consistía en que
la pulpería, a cambio de 8 boletos de una estrella, daba una locha o el valor
equivalente en mercancía; y así proporcionalmente en función de las estrellas
acumuladas las cuales a su vez guardaban
proporción a la cuantía de la venta efectuada. Circulaban cuatro tipos
(colores) de ticket. Con ello Nicanor se garantizó que los muchachos de
áreas incluso retiradas, como El
Trasandino, le compraran a él. Los boletos era una especie de recompensa o
gratificación por consumo o fidelidad comercial
como hoy son las Provimillas del Banco Provincial que tienen echando
carrera a los tarjetahabientes; y 3) la ñapa inmediata; esto es; el obsequio de
alguna chuchería por la compra. Con ello lograba crear empatía con el negocio.
La ñapa de Fausto que se conservó hasta
que la inflación se mantuvo en niveles “normales”, fue una vieja institución
comercial que América Latina heredó de la economía incaica precolombina. Ñapa,
corrupción del vocablo quechua yaña, significa “ser generoso” y los españoles
imbuidos en la cultura mercantilista la interpretaron como ayuda, aumento y gratificación material.
Lo que en la vieja España era chupaza, en América se denominó y popularizó como
ñapa asimilando su significado al de
propina.
La siempre atractiva ñapa de la Pulpería
incluía, opcionalmente, un pedazo de queso, papelón, caramelos, cambures pasados (ojo, deshidratado al sereno,
no en estado de descomposición), etc. En
varias regiones del país a nuestra ñapa se le llamó Frutero en virtud de un
pequeño frasco donde se acumulaban los granos canjeables en frutas.
Fausto Meléndez Rodríguez, regente de la
pulpería de Nicanor nació en El Cují, el 13 de junio de 1913 y desde muy
temprana edad trabajó en el comercio. No sabía leer ni escribir. No tuvo tiempo
de ir a ACUDE ni algo que se le pareciera. No podía en consecuencia llevar sus
cuentas en el rígido formato contable del “DEBE” – “HABER” - “SALDO”, pero
conoció un curioso sistema de contabilidad instituido por los sabios y funcionarios del imperio incaico
llamado quipu que fue un sistema
nemotécnico mediante cuerdas de lana o algodón y nudos de uno o varios
colores. En quechua, quipu significa
'nudo'. La cantidad se expresaba “numéricamente” de acuerdo al color de la
cuerda, al tamaño, grosor y posición del
nudo en la cuerda. Meléndez administró esa inmensa pulpería y no se conoce que
alguien lo estafara en las cuentas. Se murió Fausto y nadie le preguntó quien
le enseñó tan curiosa técnica. Murió el primer día de diciembre de 2004, a los 91 años de edad.
Fue pues, la pulpería de Nicanor un establecimiento a la vez tradicional
por los productos que vendía, por la ñapa que concedía y por el sistema de
contabilidad usado por su administrador;
y fue a su vez moderna por la
política de atracción y conservación de los clientes (los boletos) y por creer
y emplear la Radio como medio que potencia las ventas. Las pulpería y bodegas
contemporáneas (casi todas bachaqueras) a la de Nicanor prácticamente han
desaparecidos y las que les sustituyeron “no le llegan ni por las patas” a
ninguna.
Bodega La Violeta fue un establecimiento
comercial que vibró con el barrio que la cobijó. Hoy forma parte de esos iconos
que nos identifican con este barrio que dentro de poco arribará a su primer
siglo de agitada y trajinada vida.
Según Héctor Ávila. La Violeta fue la primera
bodega o negocio q tuvo un aviso luminoso en Carora. Pero el primer aviso
luminoso, no eléctrico, se instaló, 1913, en la botillería La Estrella Roja, de
Don Pedro Crespo M; del papa de Antonio Crespo Meléndez,
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