La Calle
de los Cementerios.
Orlando Álvarez Crespo.
La Avenida Torrellas a pesar de que es relativamente corta, con apenas
10 cuadras de largo ha sido sitial
para cuatro de los siete cementerios que
ha tenido Carora.
Trazada en 1.917 por el agrimensor
Fortunato Franco Sosa, Agrimensor Municipal, la Avenida Torrellas (llamada así
luego de la muerte del General Diogenes Torrellas Urquiola, Presidente del
Estado Lara quien murió en ejercicio de sus funciones) originalmente abarcaba
solo dos cuadras; desde la Calle Bruzual (hoy Ramón Pompilio Oropeza) hasta la
que luego se llamó calle Monagas (Colón y Miranda). Esta pequeña calle nacía en la puerta del
antiguo cementerio púbico construido en 1.865 y ampliado y remodelado por el Jefe Civil, el General Juan Agustín
Pérez en 1875. Este fue “clausurado” en abril de 1.885 cuando el Concejo
Municipal Presidido por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza construyó el Cementerio
Municipal en la Playas de Las Cuerdas. Hoy solo habilitado para la aristocracia
del barrio Torrellas. Su primer tributario fue el señor Amado Ramos sepultado
apenas un día después de su inauguración y quien había presenciado el discurso
inaugural del Presidente del Concejo Municipal.
El
Primer Cementerio ubicado en el Torrellas y el tercero Carora, el Mausoleo de
1.865, lo mandó a “patrolear” Jesús
Morillo Gómez, en 1.970, cuando los
aires de una modernidad mal entendida clamaban por construir una cancha
deportiva. ¡Ninguna obra construida por
la Democracias y por las dictadura ha construida una obra más hermosa que ese
antiguo cementerio. Y es que a la modernidad burocrática le falta feeling¡
A
una cuadra más al sur de éste se
improvisó el Cementerio de los Colerientos cuando en 1.856 la pandemia del Cólera azotó a Carora.
Se construyó, con carácter provisional, en las afueras de la cuidad para evitar
contaminación. De carácter provisional, allí enterraron a los moribundos del
Cólera en 1.856. Cuando en 1972 estaban metiendo las cloacas los muchachos de
entonces pudimos ver cadáveres sepultados en posición no cristiana.
El
tercer cementerio del Torrellas, llamado originalmente el cementerio de Las
Cuerdas, lo inauguró Félix José Álvarez Urrieta y lo clausuró Franklin Piña G
cuando fue Director de Parques, Plazas Cementerios y Ornato Público del
Gobierno de Javier Oropeza.
Más
arriba o casi a la misma altura de lo que luego se llamará Avenida 14 de
febrero estuvo el cuarto cementerio del barrio Torrellas. Era un cementerio
hibrido. No se sepultaron cadáveres humanos, pero si animales, entre ellos el
perro cazador de los Carrasco Álvarez.
No tenia cruces sino chasis de carros y camiones; los primeros sacados
de circulación en Carora. Su propietario- Regente llamaba a su
casa-granja-chivera (la primera de Carora) con el sugerente nombre de El
Cementerio de los Elefantes. Ese nombre que pareciera sacado de alguna novela
de José Saramago lo el que le dio el polifacética Francisco González, mejor
conocido caroreñamente como Chico El caldo e carota.
Allí; en el
Cementerio de los Elefantes que era, además de chivera, granja, gallinero
vertical, centro de reflexión,
hemeroteca, estacionamiento y un largo etcétera. Allí, su dueño estacionaba y lavaba muy bien
sus dos carros emblemáticos y llenos de historia: “El Mussolini” (parecido al que mato a José Gregorio Hernández,
y “El Expreso de los Mundos”, un viejo
autobús-granja-taller-etc; multicolor,
de piso de madera donde Chico caldo E Carota, después de escuchar las
noticias internacionales en un radio Telefunkern de onda corta transcribía
en las pizarras-paredes del bus para mantener informado a los caroreños. Sus noticias, con errores ortográficos, eran
ciertas aunque los caroreños no le paraban porque “eran vainas de un loco”.
Este
“Cementerio” fue “clausurado” después de que un conocido comerciante caroreño, de apellido Herrera,
quizás atraído por el aviso de venta se interesó en el terreno. En un maltrecho
letrero que pareciera obra de Henry Rousseau antes de ser vendido el Cementerio de los Elefantes se podía leer “Vendo
esta casa hecha con mojones de perro, mojones de puerco y mucho sacrificio”. Hoy; sobre lo que fue el mágico Cementerio de
Los Elefantes existe un depósito de una marca de leche que tampoco existe, el
de Leche UPACA.
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