Un Manicomio para
Carora
Orlando Álvarez Crespo.
A través del tiempo las distintas
sociedades han dado los más diversos
tratamientos al tema de la locura. En la antigua Grecia, por ejemplo, la locura
gozaba de una alta reputación social. Se le consideraba la mejor vía de
comunicación del hombre con los dioses. Era llamada Divina Locura. Esta era un
don de los dioses. Por tal razón la enajenación mental era estimulada con
sahumerios, danzas, licores, etc. A los locos “de a peos” se les asilaba en los templos.
En la Edad Media la locura fue estigmatizada al igual que la
lepra. Al leproso y al loco se le consideraba un maldito y su cura, se creía
estaba en enviarlo a un largo viaje. El
Renacimiento restituye es estatus clásico a la locura. Prueba de esto es que la
obra literaria que inaugura esa época es precisamente El Elogio de la Locura
de Erasmo de Rotterdam. La Cultura española, en la
cual aún vivimos sumergidos, también tiene una alta concepción y respeto por la
locura. No es gratuito que la máxima obra de la literatura española sea
precisamente Don Quijote de la
Mancha.
Venezuela no se queda atrás en eso de estimar la locura. Ser loco aquí
es expresión que no ofende. Incluso nos hemos dado el tupé de tener dos locos
locos como candidatos presidenciales: Diógenes Escalante y Pedro Pedroza;
además de un loquero violador; Edmundo Chirinos.
Carora como ciudad colonial, castiza y conservadora mantiene esa herencia cultural favorable a la
locura. Desde hace mucho tiempo nuestra ciudad acoge con los brazos abiertos a los orates que el
Gobierno de Trujillo suelta en la trasandina. Nos damos el lujo de tener locos
de postín. Por ejemplo Litado Crespo, en El Torrellas generalmente resulta
campeón en los torneo de Dominó; Y Arévalo Pire quedó varias veces campeón en
el Ajedrez municipal. Tuvimos locos extraordinarios como Chico El caldo e
carota que inventó un periódico mural móvil, único en su estilo.
En la Carora
del siglo XX se desarrolló toda una cultura de la locura. Casi todas las
familias tradicionales tenían un loco con sus aperos e infraestructura
respectiva. En sus casas se disponía de un “lugar de encierro”, como diría M.
Focault, para la época de luna llena. Se colocaban avisos de advertencia: “Cuidado,
Loco bravo”. Los barrios de la periferia
no estaban exentos de locos. Incluso estos los que deambulaban por las calles. Los caroreños cincuentones aún
recuerdan a Yoyo con sus afirmaciones pantagruélicas: “Mi mama parió un tractor”.
La
locura en Carora tiene una connotación casi telúrica. Quizás por ello fue un
Caroreño quien tiene los meritos de ser el Padre de la Psiquiatría en el
país, de ser el primer Director de la Cátedra de Psiquiatría de la U.C .V (1940) y de ser el
fundador del Hospital Psiquiátrico de Bárbula.
En Carora el Dr. Ricardo Álvarez F. debió tener muy y abundantes muestras para
sus estudios.
A mediados de la década de 1930; el Padre Pedro Felipe Montes de Oca
decide construir un manicomio para la ciudad que finalmente se edificó en la
avenida El Cementerio que funcionó hasta que un día de luna Gabino Leal, un
huésped, sacó la puerta a pilón. Mientras Montes de Oca hacía los preparativos
para llevar a cabo su obra la noticia llegó a oídos de una dama caroreña, Elena
María Zubillaga Perera, quien dijo “y para que un manicomio. Es más útil
tirarle una cerca de toda Carora…” Esta mujer que murió soltera, era hija de
Don Gilberto Zubillaga Perera y de Doña Elena Perera Yépez. Los
tradicionalistas caroreños suelen atribuir esta anécdota a Don Chio Zubillaga o
a un Gobernador del estado; pero están errados.
Además de los locos silvestres de Carora, el Gobierno de Trujillo “bota”
sus locos en las inmediaciones de nuestro municipio, razón por cual tenemos un
“superavit”. La solidaridad del caroreños estimula la estadía de los locos aquí,
razón también el hecho de cuan difícil es encontrarse con un loco desnutrido.
En nuestra ciudad hay personajes que son una especie de “fabricantes de locos”
como Toto Herrera, Chus Mogollón, Tin Suárez, los barranqueros…
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