Una mujer, un icono, una identidad.
Orlando Álvarez
Crespo.
El Torrellas como toda comunidad antigua
tiene su iconografía. En lo que respecta a la parte femenina, los torrelleros
admiramos y llevamos en nuestros corazones a Micaela Crespo, a Doña Pura
Barrios, a Sara Crespo y a Emérita Ramos, entre otras.
Emérita Ramos nació en Carora, detrás de
la antigua CAPEC, un lunes 22 de Septiembre de 1913, aunque se creyó erróneamente
que había venido al mundo en el mes de diciembre. Era hija de Rosario Ramos y de
Ramoncito Torbello. Nació y vivió si
infancia en una casita ubicada hacia el suroeste de El Calvario. Allí estaba la
niña Emerita cuando en una oscura noche de noviembre de 1916 las aguas del
Morere tocaron sus puertas y de las cuales se salvó milagrosamente. Sería esta
inundación la que daría origen a la fundación de Pueblo Nuevo del cual será una de sus fundadores más apreciados.
Nuestra querida Meca Ramos (como la conocimos popular y cariñosamente) nos
comentó una vez que ella tenía muy buena salud, gracias a la leche de cabra con
que fue alimentada en sus primeros años
(y de allí si apodo de La Meca) y que se le había escapado a la muerte en tres
terribles ocasiones no sabía a qué ángel guardián y protector.
“Cuando se salió el río en el 16 –recordaba
La Meca- mi mama (sic) me encontró adentro del agua. Me escape de vainita. Esa
fue la primera vez que sobreviví a una
tragedia…” Apenas año y medio más tarde,
en 1918 todo el territorio nacional fue devastado por una apocalíptica invasión
de langostas como la que refiere el segundo profeta menor Joel. Esos devoradores insectos se abalanzaron
sobre las plantaciones y humanos causando
cuantiosos e irreparables estragos. Refiriendo aquel desastre natural,
La Meca Ramos recordaba haber visto aquellos proféticos ortópteros desojando
los guayabos y otras plantas y carcomiendo la pendeja cabeza de algún inofensivo cristiano caroreño. En
nuestra ciudad apenas deben quedar una docenas de cristianos que recuerden o
tengan noticia fresca de aquel catastrófico suceso. Según La Meca ella vio el
paso cercano de las langostas sin ser víctimas de esos animales que comían de
todo.
A partir de octubre de 1918, Venezuela entera
estuvo de luto como consecuencia nefasta
de los estragos de una pandemia que llegó del viejo mundo, conocida
mundialmente como La Gripe Española. Se calcula que esta pandemia, entre el
bienio de 1918 – 1920, causó la muerte de más de Ciento Noventa millones de
personas en todo el mundo. En nuestro país murieron a consecuencia de la
Influenza Virus A H1N1 alrededor de cincuenta mil personas incluyendo a Alí Gómez, el hijo predilecto del General Juan
Vicente Gómez, En aquella ocasión, para 1919, las autoridades locales de Carora
habilitaron un campamento médico en un
terreno adyacente a la Planta Eléctrica de Carora, muy próximo a la casa donde vivía La Meca Ramos
de apenas seis añitos de edad. “El Degredo”, tal como se le llamó al
improvisado hospital, más que para
curarlos a los infectados se les depositaba allí no tanto con el propósito de
curarlos sino más bien de aislarlos y
crear así una especie de cerco sanitario para evitar su propagación. A los
pacientes víctimas del mortal virus se
le suministraba una especie de atol con quinina y un coctel de antibióticos.
Para la época no se sopesó, al menos en Carora, la gravedad y lo contagioso que
era dicha gripe y quizás por ello no se extremaron las medidas sanitarias del
caso. La pequeña Emérita con
escasos seis años de edad llegó, en más
de una ocasión a sopetearse los atoles que dejaban los infectados de Afluenza y
sin embargo no llegó a padecer esa
terrible y dolorosa enfermedad. Refiriendo
este acontecimiento vital, La Meca Ramos decía “Yo soy muy fuerte, no me enfermé ni cuando me daban a beber los atoles
de los griposos. Será porque me alimente con leche de cabra y con carne de
iguana…” y redondeaba : “ Yo me le he
escapado tres veces a la muerte y aquí estoy, no joda, con ochenta y picote de
años de edad jodiendo la pita, y no me da ni gripe, ni me caen cochocos…”. Cierto
es que nuestra querida Meca tenía un temperamento jovial, siempre alegre, y
nunca se le conoció algún padecimiento que la tumbara en cama.
Y la Meca Ramos estaba consciente y agradecida del respeto y el
cariño que le tributábamos todos los torrelleros que la conocimos. Pues el
barrio Torrellas que lleva la pasión del beisbol desde sus años fundacionales, en su ethos, como dirían Aristóteles, aprendió a querer a La Meca por ser
ella, allá por 1 945, la mujer que
confeccionó el primer uniforme de la Leña Verde, y además le dio al Torrellas
BBC a su hijo Francisco La Meca Ramos y una de las fanáticas más entusiasta
del equipo. Esta mujer fue una especie
de madrina sentimental vitalicia del Torrellas BBC; un icono y una identidad.
Emérita Ramos es la madre del pelotero y profesor Francisco
Ramos, de Carmen Lucila, de Luisa Margarita, de Rosalina, y de Gladis Josefina, vecina de este
cronista. Sus años finales se dedicó
a jugar pericón y otros juegos de naipes.
Y jugaba alas barajas de manera “caribe”, fintaba, hacer creer tener el cinco
de oro, el mono, la ñema o cualquier otra carta comodín según fuera en caso.
A La Meca Ramos la sorprendió la muerte
cuando ya tenía una centuria de
existencia. La última vez que se le
escapó a la muerte fue cuando salió expelida de una vieja unidad de transporte
o “maisi-taisi” de los que trajo Augusto Pereira en 1972. Y aunque
ya no está físicamente entre nosotros la
seguimos recordando con el afecto y el cariño que se le tributa a los pioneros.
Han pasado ya 103 años… Un siglo no es nada pudiéramos decir parafraseando a
Gardel. La recordaremos por siempre y vivirá en el recuerdo que le trasmitimos
a las nuevas generaciones.
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