Armando La Coca.
Orlando Álvarez
Crespo.
En el populoso barrio Torrellas
vivió un caballero que fue todo un
singular personaje. Aún muchos vecinos y coterráneos le recuerdan con cariño.
Armando José Díaz, popularmente conocido
como La Coca , debió haber nacido a finales de los años
treinta o al comienzo de los cuarenta del siglo pasado. En su juventud militó
en las filas del Partido Comunista de Venezuela donde adquirió el dominio de la
palabra. Era un pico e plata y activo agitador en la lucha contra la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez. Con el ascenso de Acción Democrática al poder, La Coca , como todo comunista, se
convirtió en un acérrimo crítico del gobierno de Rómulo Bantancourt, e incluso
llegó a sufrir persecuciones de la extinta DIGEPOL. Se distinguió por cuidad su apariencia
personal. Fue todo un gentleman.
Pero es en el campo existencial y
laboral donde La Coca Díaz
acumuló las más insólitas anécdotas. Se
dice que una vez logró fundar un sindicato de desempleados, cosa en la cual
solo le antecedía Vladimir I. Lenín.
Movilizó a unos cuantos desempleados y logró causar cierta resonancia en
la ciudad. Jesús Morillo Gómez, a la
sazón amo del poder y de la ciudad, lo llamó a negociar. Le ofreció un empleo
como placero ( todo un ñemeo). Díaz se
negó a aceptar tal propuesta. Morillo insiste y presiona. Ante la insistencia
de Morillo Gómez, Armando La Coca
toma fuerza y le espeta. “Que bolas
tienes tu Morillo; tantos seguidores que tengo ahí afuera y me quieres dar el
trabajo a mí. Tu lo que quieres es dejar
el movimiento acéfalo…” Y es que
Armando Díaz sabía que la palabra trabajo deriva del latín “tripalium”, tres palos, que era un
antigua instrumento de tortura.
Cierta o no la anterior anécdota se la
atribuía a La Coca y desde entonces, o anterior a ello, adquirió
una indeleble fama de esquivo al trabajo
rudo. Sin embargo se desempeñó como pregonero de La Tribuna Popular ,
del Diario Crítica de Maracaibo y finalmente del Diario de Don Antonio como
decía el mismo.
Cuando rendía tributo al dios Baco, La Coca sufría una especie de
transmutación kafkaiana, pero al revés. Se le olvidaba su origen humilde y sus
ideas comunistas, se quitaba el apellido Díaz al estilo Pablito Arapé; y se
colocaba los apellidos de las familias tradicionales de Carora.
Con el paso del tiempo, cuando la ola
neoliberal privatizadora parecía
imponerse sobre la faz de la tierra,
Armando La Coca
abandonó definitivamente sus ideas comunistas. Adoptó los vicios y debilidades del capitalismo depredados: la
lotería, las apuestas del 5 y 6, la
bebida, etc. Dicen en la Barranca que de tanto
hablar y gesticular sobre el dinero se
les borraron las huellas dactilares del índice y del purgar de tanta frotación
sistemática que simulaba un tic nervioso.
Finalmente sus creencias eran una
extraña mezcla de mercantilismo salvaje
y lo que hoy se llama Auto ayuda. La Coca creía, por ejemplo, que la única esperanza
de los venezolanos pobres era la Gaceta
Hípica. Desarrolló
toda una teoría sobre la fortuna y la
suerte. Decía por ejemplo que las ánimas de los ricos eran más seguras a la hora de pedir
intermediación divina en las cosas inciertas.” Los pobres tienen mucha energía negativa, se le solía escuchar.
Cuando sellaba un cuadro del 5 y 6, que lo sellaba sobre la tumba de Germán
Herrera G, lo presentaba ante el Corazón de Jesús de una de las casas de la
oligarquía del barrio. Todo ello para cargarse de energía y vibraciones
positivas. Las ánimas de los hombres de fortuna tenían más facilidad para
interceder en los oscuros e inciertos caminos de la fortuna, para hacer fluir
la riqueza y la proferida. Algo muy parecido postula la metafísica de la Auto Ayuda.
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