sábado, 2 de julio de 2016

JUAN RIERA SALAS.

JUAN RIERA SALAS.


                                                                                              Orlando Álvarez Crespo..



        Dice John Maynard Keynes en su libro sobre El Dinero que nuestras sociedades tienen una rara concepción respecto a los aportes de las individualidades. Sostiene que en nuestros países (se refiere particularmente a los Estados Unidos y ello es  aplicable a Venezuela) las plazas públicas, calles y avenidas llevan nombre de militares y guerreros y es casi imposible  encontrar una avenida con el nombre de un banquero o de un hombre de negocios.  Se pregunta el economista inglès “Entre un banquero y un hombre de guerra; ¿Quién ha hecho más daño a la Humanidad? El que mató o el que funda un banco? Vista desde este punto de vista debemos reconocer que el “salvador” del capitalismo norteamericano tiene razón.
   Nuestro país y particularmente Carora es un ejemplo de ese colosal desprecio por los  hombres de empresa y de negocios. Es una ideología que desempolvó Zamora y los Chavistas la hicieron política de Estado, En esto todos los venezolanos somos comunistas, pues durante mucho tiempo hemos estigmatizado a los hombres de negocios como los ogros malvados cuya memoria debe ser sepultada por el olvido, el silencio y la ignorancia.  Si no es así; entonces emplazo al que me contradiga que me nombre una sola calle que lleve el nombre de un hombre de negocio. Ah; el estadio “Antonio Herrera G.” lleva  ese nombre no precisamente  por la faceta empresarial del epónimo, sino por su dedicación al deporte.

    Carora, y los torrelleros, en particular, están en deuda con un hombre de negocios que fue un caballero excepcional: Juan Justiniano Riera Salas. Ahora. ¿Quién fue este hombre que la historia oficial lanzó al caudaloso río del olvido?.

   Por lo menos cinco artefactos culturales de Carora llevan el nombre de Torrellas, en honor y memoria del General gomecista, yaracuyano,  Diógenes Torrellas Urquiola. Bien merecido y justo es recordar el esfuerzo de aquel Presidente del  Estado Lara que nuestros abuelos le rindieron honor al bautizar el antiguo Pueblo Nuevo con el nombre del este excelso Presidente de Estado. Torrellas.  “Torrellas” se llama en primer lugar la populosa barriada que nació a raíz de la inundación del rio Morere, en 1916. Así se llama también la calle principal del Barrio del mismo nombre; la Biblioteca,  la Plaza y el equipo de Beisbol que están todos dentro del ámbito espacial de lo que fue Pueblo Nuevo. Y ello es así sin que ningún rincón de la ciudad o del barrio  lleve por nombre Juan Riera Salas.

       Juan Justiniano Riera  Salas, era natural de La Majada, la Otra Banda. Otros antiguos  sostienen que era nativo del estado Trujillo. Nació el siete de julio de 1883 y desde muy temprana edad se dedicó al comercio de víveres.  Para 1916, fecha en que se produce la inundación, hija de La Niña, que da origen a Pueblo Nuevo, encontramos a Juan Riera Salas regentando un importante negocio de su propiedad en las inmediaciones de El Calvario.  Es uno de los primeros damnificados es establecerse en el “pueblo nuevo”.  Casó con Doña  Victoriana Bravo, natural de El Empredrado.

  Juan Riera Salas era un hombre inquieto, solidario y de ideas progresistas. En la década del veinte del pasado siglo, cuando el país se enrumbaba por la senda de la modernidad, fue este hombre quien llevó a Pueblo Nuevo los artefactos emblemáticos de esa Modernidad capitalista. Los vecinos del sector conocieron o entraron por primera vez en contacto en La Frontera, que así se llamaba su establecimiento,   con la Radio, la Rock Ola, el teléfono, el televisor, la motocicleta, etc.  Construyó una docena de casas para alquilarlas, de manera de en buena medida jugó el rol de urbanizador. En una de ellas funcionó una biblioteca allá por los años cuarenta.

   Juan Riera también sirvió de Casa de Cambio a los cientos de pueblonovenses que emigraron a los campos petroleros del vecino estado Zulia. En su negocio los trabajadores petroleros canjeaban sus libritas de oro por bolívares y se abastecían del avituallamiento que dejaban a sus familiares. Huelga decir que Riera Salas también mantenía relaciones comerciales con los principales de la ciudad como Don Flavio Herrera. Con él otros tantos jóvenes aprendieron las habilidades y destrezas del comercio.
 
        En 1937, a raíz de otra inundación del Morere, quizás la más desastrosa hasta aquel entonces, nuestro personaje, junto a José (El Manco) González, Juan Barrios y Ángel David Camacho, fundo La Benéfica, una especie de casa de asilo y socorro para los damnificados, pero que siguió  funcionando luego con el propósito de hacer más llevadera la precariedad en que se encontraban algunos vecinos. La Benéfica vino a reforzar aún más los nexos de solidaridad entre los habitantes del sector.

     Con el transcurrir del tiempo a la obra civilizadora y humanitaria de Juan Riera Salas vino a reforzarla otro hombre inquieto y emprendedor (ya epónimo de una calle en el sector La Romana) Nicanor G. Graterol quien despojó al ritual religioso de su velo pavoso, tétrico y aburrido.


     Cuando el  domingo 13 de Marzo de 1963 muere Juan Riera Salas una humilde mujer, capita diminutiuo, a quien este buen cristiano socorría, lloraba desconsoladamente y exclamaba “se murió Juan Riera. El mundo se va a acabar”. Cierto para una anciana sola aquella  muerte pudo significar el acabo de mundo que profetizan los textos bíblicos.

      Juan Riera Salas fue un hombre bueno. Quizás para la dogmática  católica, por ser comerciante,  no sea merecedor del Reino de Dios; pero si la intersección de los cristianos aquí desde la tierra puede hacer algo para conquistarlo, el alma de Juan Riera no debe estar sufriendo, pues Rosa Crespo al morir ya le había rezado, según una curiosa estadística escatológica aldaniana,  más de  veintitrés mil cuatrocientas cuarenta y siete Padres Nuestros por el eterno Descanso de su Alma. El trabajo lo sigue haciendo el bueno de Oscar Crespo.


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