JUAN
RIERA SALAS.
Orlando Álvarez
Crespo..
Dice John Maynard
Keynes en su libro sobre El Dinero que nuestras sociedades tienen una rara
concepción respecto a los aportes de las individualidades. Sostiene que en
nuestros países (se refiere particularmente a los Estados Unidos y ello es aplicable a Venezuela) las plazas públicas,
calles y avenidas llevan nombre de militares y guerreros y es casi
imposible encontrar una avenida con el
nombre de un banquero o de un hombre de negocios. Se pregunta el economista inglès “Entre un
banquero y un hombre de guerra; ¿Quién ha hecho más daño a la Humanidad? El que
mató o el que funda un banco? Vista desde este punto de vista debemos reconocer
que el “salvador” del capitalismo norteamericano tiene razón.
Nuestro país y particularmente Carora es un
ejemplo de ese colosal desprecio por los
hombres de empresa y de negocios. Es una ideología que desempolvó Zamora
y los Chavistas la hicieron política de Estado, En esto todos los venezolanos
somos comunistas, pues durante mucho tiempo hemos estigmatizado a los hombres
de negocios como los ogros malvados cuya memoria debe ser sepultada por el
olvido, el silencio y la ignorancia. Si
no es así; entonces emplazo al que me contradiga que me nombre una sola calle
que lleve el nombre de un hombre de negocio. Ah; el estadio “Antonio Herrera
G.” lleva ese nombre no
precisamente por la faceta empresarial
del epónimo, sino por su dedicación al deporte.
Carora, y los torrelleros, en particular,
están en deuda con un hombre de negocios que fue un caballero excepcional: Juan
Justiniano Riera Salas. Ahora. ¿Quién fue este hombre que la historia oficial
lanzó al caudaloso río del olvido?.
Por lo menos cinco artefactos culturales de
Carora llevan el nombre de Torrellas, en honor y memoria del General gomecista,
yaracuyano, Diógenes Torrellas Urquiola.
Bien merecido y justo es recordar el esfuerzo de aquel Presidente del Estado Lara que nuestros abuelos le rindieron
honor al bautizar el antiguo Pueblo Nuevo con el nombre del este excelso
Presidente de Estado. Torrellas.
“Torrellas” se llama en primer lugar la populosa barriada que nació a
raíz de la inundación del rio Morere, en 1916. Así se llama también la calle
principal del Barrio del mismo nombre; la Biblioteca, la Plaza y el equipo de Beisbol que están
todos dentro del ámbito espacial de lo que fue Pueblo Nuevo. Y ello es así sin
que ningún rincón de la ciudad o del barrio
lleve por nombre Juan Riera Salas.
Juan Justiniano Riera Salas, era natural de La Majada, la Otra
Banda. Otros antiguos sostienen que era
nativo del estado Trujillo. Nació el siete de julio de 1883 y desde muy
temprana edad se dedicó al comercio de víveres.
Para 1916, fecha en que se produce la inundación, hija de La Niña, que
da origen a Pueblo Nuevo, encontramos a Juan Riera Salas regentando un
importante negocio de su propiedad en las inmediaciones de El Calvario. Es uno de los primeros damnificados es
establecerse en el “pueblo nuevo”. Casó
con Doña Victoriana Bravo, natural de El
Empredrado.
Juan Riera Salas era un hombre inquieto,
solidario y de ideas progresistas. En la década del veinte del pasado siglo,
cuando el país se enrumbaba por la senda de la modernidad, fue este hombre
quien llevó a Pueblo Nuevo los artefactos emblemáticos de esa Modernidad
capitalista. Los vecinos del sector conocieron o entraron por primera vez en
contacto en La Frontera, que así se llamaba su establecimiento, con la Radio, la Rock Ola, el teléfono, el
televisor, la motocicleta, etc. Construyó
una docena de casas para alquilarlas, de manera de en buena medida jugó el rol
de urbanizador. En una de ellas funcionó una biblioteca allá por los años
cuarenta.
Juan Riera también sirvió de Casa de Cambio
a los cientos de pueblonovenses que emigraron a los campos petroleros del
vecino estado Zulia. En su negocio los trabajadores petroleros canjeaban sus
libritas de oro por bolívares y se abastecían del avituallamiento que dejaban a
sus familiares. Huelga decir que Riera Salas también mantenía relaciones
comerciales con los principales de la ciudad como Don Flavio Herrera. Con él
otros tantos jóvenes aprendieron las habilidades y destrezas del comercio.
En 1937, a raíz de otra inundación del
Morere, quizás la más desastrosa hasta aquel entonces, nuestro personaje, junto
a José (El Manco) González, Juan Barrios y Ángel David Camacho, fundo La
Benéfica, una especie de casa de asilo y socorro para los damnificados, pero
que siguió funcionando luego con el
propósito de hacer más llevadera la precariedad en que se encontraban algunos
vecinos. La Benéfica vino a reforzar aún más los nexos de solidaridad entre los
habitantes del sector.
Con el transcurrir del tiempo a la obra
civilizadora y humanitaria de Juan Riera Salas vino a reforzarla otro hombre
inquieto y emprendedor (ya epónimo de una calle en el sector La Romana) Nicanor
G. Graterol quien despojó al ritual religioso de su velo pavoso, tétrico y
aburrido.
Cuando el
domingo 13 de Marzo de 1963 muere Juan Riera Salas una humilde mujer,
capita diminutiuo, a quien este buen cristiano socorría, lloraba desconsoladamente
y exclamaba “se murió Juan Riera. El mundo se va a acabar”. Cierto para una
anciana sola aquella muerte pudo
significar el acabo de mundo que profetizan los textos bíblicos.
Juan Riera Salas fue un hombre bueno.
Quizás para la dogmática católica, por
ser comerciante, no sea merecedor del
Reino de Dios; pero si la intersección de los cristianos aquí desde la tierra
puede hacer algo para conquistarlo, el alma de Juan Riera no debe estar
sufriendo, pues Rosa Crespo al morir ya le había rezado, según una curiosa
estadística escatológica aldaniana, más
de veintitrés mil cuatrocientas cuarenta
y siete Padres Nuestros por el eterno Descanso de su Alma. El trabajo lo sigue
haciendo el bueno de Oscar Crespo.
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