Orlando Álvarez
Crespo.
Rosa
Margarita Crespo de Mendoza ahora carga una (sic) tema de que se va a morir
pronto. La verdad es que eso es cuento viejo; pero esta vez ha empezado a
planificar los preparativos para cuando
llegue la hora que nos confirma que somos todos mortales. Rosa había designado a
Rubén González, algo así como una especie de albacea testamentario.
Rosa
Crespo de Mendoza, la misma del Torrellas, llevaba más de medio siglo rezando penitentemente
por las almas de los familiares, amigos y vecinos. Nació en Carora el 17 de
diciembre de 1922. Su ardua labor espiritual para purgar las penas y pecados de
esas almas que deber pagar el peaje del
Purgatorio la ha llevado a cabo
desde variadas trincheras: Adviento,
Navidad, Cuaresma, Triduo Pascual, Tiempo Ordinario, Pentescotés, Pascua, Novenarios,
Ultimas Noches, entre otros, y tiempo con el sacrifico corporal de por medio. Y
ello para que la oración sea agradada al Señor por el sacrificio.
Consultando
con los cronistas que no escriben pudimos
conocer que nuestra amiga Rosa
tiene en la Carora
de la primera mitad del siglo XX su más cercano precursor. Comenzando esa
centuria vivió en Carora un caballero que se le conoció por ser un consumado rezandero.
Se llamaba José Zubillaga Perera, nacido en 1972, era hijo de Don Teodoro Zubillaga Perera y de
Doña Rosa Elvira Perera Yépez; de Manero que José era hermano de humanista
Cecilio (Chío) y del Prebistero Dr. Carlos Zubillaga Perera. “Vivía
eternamente con una rezaera” recuerdan los más antiguos. Pero el énfasis y la intensidad se
incrementaban en la época de Semana Santa que incluso él parecía adelantar por
iniciativa propia o por sugerencia de algún amigo. Rezaba en voz alta y hasta
muy altas horas de la noche.
Los
barranqueros del Torrellas que son muy dados a las estadísticas se preguntan
con curiosidad: ¿Cuántas hostias habrá recibido Rosa? La cuenta más rigurosa
parece ser la del ingeniero José Aldana que afirma que Rosa ha recibido más o
menos 57.588 hostias. Según los mismos cálculos debe haber escuchado más de 109.512 misas, sin incluir
las cantadas y las ofrendadas en latín. Los
Padrenuestros y Avemarías andan por un
orden que rebasa toda imaginación y aún está in crescendo.
Rosa
Crespo, con 87 años de edad, religiosamente vive aún en la
Edad Media , como bien sostendría Jacques Le
Goff. Su vida está consagrada a Dios y se autoasignó, al
estilo de los primeros cruzados, una
tarea en la vida: ayudar a que miles de
almas penitentes puedan alcanzar la Gloria de Dios. Es una
tarea humilde y magnánima a la vez.
Ella no comulga por comulgar, ni para mostrar a su vecinos o
correligionarios la limpieza de su alma, sino
que lo hace bajo la creencia cristiana de la transustanciación, que
afirma o sostiene que el pan se
convierte en ese acto en la sangre y
carne de Cristo, en la
Eucaristía. Es una muy vieja idea que postuló el apóstol San Juan y que perfeccionó el
Concilio de Trento (1545 – 1563).
Rosa
va a misa preferiblemente a una iglesia lejana a su casa, pues este acto debe
significar un sacrificio. Por eso no recibe colas, reza a la hora del burro y
de rodillas.
En
cuestiones de liturgia y ritual Rosa es perfeccionista. No le gustan los novenarios rezados por Pastorita Sulbarán
ni por Oscar Crespo sobretodo éste que reza “macheteado”; esto es, de manera sintética y resumida o en edición
de bolsillo que dicen los libreros. Por
eso nuestra amiga está planificando con sus amigos grabar
de una vez los rezos de su novenario originales y completitos. ¡Ah mundo
Pacheco, ese sí sabía rezar¡ dice con cierta nostalgia.
Esa
idea de Rosa que se puede ayudar a los pecadores a ir al
Cielo es una idea que viene del siglo
XII. Tiene que ver con una entelequia del catolicismo, con una Geografía del Más Allá, como es el
Purgatorio, doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (1304) y de
Trento. Esta sostiene que los que mueren
en amistad con Dios, pero no perfectamente purificados deben sufrir una
purificación para obtener la completa hermosura de su alma.
Lo
cierto de todo esto, así lo asegura
Rosa, es que a pesar de su trabajo espiritual, no se puede hacer nada por las
almas de sus vecinos más inmediatos; pues por eso de la teoría luterana de la Predestinación
están condenados a sufrir en la Quinta Paila
del Infierno.
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