Hay una
escuela socio-antropológica que considera al hombre esencialmente como un “homo ludens”, esto es, un “animal que
juega”. Según esta teoría todas las
actividades humanas revisten un carácter lúdico que se explicaría por el placer
de jugar. En contraposición a este
enfoque están las tesis del homo faber
(el animal que trabaja) y el zoom
politikon aristotélico (el animal político, que se agrupa con sus
semejantes).
En aquella Venezuela de finales de los años cincuenta; cuando los
asesinatos causaban escándalos y los venezolanos se enteraban de que pasaba en
el mundo a través del imparcial noticiero Observador Creole por la hoy moribunda Radio Caracas Televisión; tuvo su
aparición la lotería de los animalitos que popularizó Radio Valera. Era la famosa lotería de treinta y un opciones
probabilísticas; desde el Alacrán (1) hasta el 31 (La Lapa ).
En torno a esa “dupleta”, como se le
conocía popularmente, se levantó toda una subcultura que arropó casi todas las
actividades cotidianas de la gente llana
y no muy llana. Así entonces si alguien
soñaba con otra persona a ésta se le preguntaba la edad para jugar el
número dado, para metérselo a la dupleta.
Si en el sueño aparecía un ratón no solo
debía jugarse el 8 sino además el 11 (el Gato), pues como dice Tabito El Boliche detrás de un ratón siempre viene un gato aún que uno no
lo vea en el sueño. La Cabala solo envía
señales. Pero no solo eso: los números
deben reforzarse. Si indican o
recomiendan jugar el 12 debe trancarse
con el 21 porque los números tienen vida
propia.
Cuando los mala conducta soñaban con un policía,
por ejemplo, jugaban el sapo (6).
Pero no solo los
sueños servían de inspiración o guía para la dupleta. También había otras técnicas cabalísticas
como quemar un plato de peltre por la parte convexa. El tizne impregnaba una figura a la cual se asociaba con un animal que
estuviera adjudicado un número entre el 1 y el 31. Se
observaban las nubes, como los antiguos augures romanos, para ver las
señales que enviaba la Providencia. Allí en el firmamento, ya
no se observaba al mítico Unicornio sino
a una figura de algún animal de la fauna tropical.
Todavía los
viejos jugadores que en la actualidad apuestan a los Triples, piden el número de
la esperanza por la vieja nomenclatura.
Había lo que
pudiéramos llamar una lógica de la dupleta que en Torrellas la mantiene viva
Tabito Crespo. Se jugaba determinado
número en función de la proximidad de un evento nacional o internacionalmente
recordado como la muerte de Gardel o de Pedro Infante o cualquier otro suceso
de importancia. Así como hoy los
norteamericanos recurren a la
Teoría de los Grandes Números para apostar a la lotería
nacional; en Venezuela se desarrolló una estadística erótico-cabalística: el
burro (18) saca paloma (14). En época de
ferias se le metía plata al caballo, se apostaba al 12. Cuando a alguien lo despedían del trabajo se
decían “le dieron un lapazo” por hacer referencia al articulo 31 de la Ley del Trabajo en vigencia
para la época.
Chemaría Gómez, el decano de los
dupleteros, tiene mas de cincuenta años vendiendo dupletas, rifas y
triples. Presta servicio a domicilio.
Buena paga; goza de un prestigio extraordinario entre los jugadores. Formó parte de la primera cohorte de
vendedores de Adeliz El Porrocho, El Zar de la Dupleta en Carora que
tenía alrededor de treinta dupleteros
regados por toda Carora y tenía una ganancia diaria promedio de Tres mil
doscientos bolívares. Este caballero nos
contó que los viejitos se aferraban a uno o dos números solamente pues creían
que “algún día sale mi número. Con medio se sacaban cinco bolívares “que era
algo”. “Quien compraba dos bolívares en números era un rico” recuerda Don
Chema. Era la Venezuela de una
economía de valores estables, sin inflación; cuando los millonarios eran ricos.
Efrén Cortes,
el popular “Yépez” en la actualidad
es datero, esto es cobra honorarios
profesionales por indicar que triple saldrá por determinada lotería. Cortes
vendió loterías desde los seis años de edad.
Cuentan que lloraba cuando nadie le sacaba un número porque él aprendió
desde el comienzo que había que ir a pagar.
En el
Torrellas se recuerda con nostalgia a los dupleteros honestos que pagan sin
dilación y sin excusas. Se recuerda a
Julián Torcates, de una eterna tos nerviosa.
Casi todo el
país llano esperaba religiosamente las seis de la tarde hora en que el locutor
de Radio Valera anunciaba el tan esperado resultado.
El popular
Carlitos Ávila El Cepillo (q.e.p.d) de
esa obsesión por los juegos hizo un
chiste. “A vaina arrecha”, decía
jocosamente, “le dije a mi hermana” “me
saque una muela” y me respondió sin pensar “¿con que número”?.
En la
actualidad se estima que más de diez millones de venezolanos juegan o han
jugado loterías. La apuesta han
modificado las más elementales normas de cortesía: ya no se saluda con los buenos días mañanero ni con preguntas
sobre la salud; ahora el saludo es “¿sacaste ayer?”, “¿Qué salió por Caracas?” ,
¿que dio Zulia? O “¿Cuál es el dato de hoy?”.
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