sábado, 9 de julio de 2016

Adiós al muchacho de las uñas largas.
                                                                 
                                                                           Orlando Álvarez Crespo.



       Cuando allá por los años treinta, cuando la educación al menos servía para formar gente recta, los maestros, además de evaluar el nivel de aprendizaje de los alumnos, evaluaban la higiene y el aseo personal del educando.  No se conocían las complejas teorías sobre la educación de Jean Piaget ni de Vigotsky, pero los maestros apelaban a una estrategia que parecía lógica y elemental; la del premio y castigo, más cercano a los ensayos pavlovianos.  A los muchachos desaseados sencillamente se les echaba un regaño y se les daba un palmetazo “para que sea cochino”. Sin tanta teoría los muchos rápidamente aprendían a bañarse bien y andar limpios al menos para ir lo poco que iba  a la escuela.
   Allá por 1.936, cuando el octavo hijo de los tres que procrearon Don Pompilio Díaz González y Doña Josefa Leal de Díaz estudiaba tercer grado, a La Candelaria llegó un maestro excepcional, músico, compositor que habrá de influir de manera significativa el futuro musical de Alirio Díaz. Joaquín Ramos se llamaba aquel maestro, recordado entre los octogenarios caroreños por ser un caballero afable, bondadoso y de alma grande. En Carora se le conoció con el hipocorístico de Manoquín.
    Cierto día del referido año, mientras el maestro Joaquín Ramos hacía su primera evaluación a los parvulos del tercer grado de la única escuela de La Candelaria observó que entre los primeros párvulos a evaluar había uno con uñas, aunque limpias, más largo de lo normal. El maestro, con la palmeta sobre el escritorio, presto a dar el correspondiente sermón y castigo le preguntó “¿y tu porque tienes las uñas largas? A lo que el muchacho Alirio Díaz, con voz temblorosa, le respondió “maestro es que yo toco guitarra”; y el maestro cerró “ ah, cuando termine la clase me espera para que toquemos juntos”. Aquella inesperada repuesta del muchacho le movió los cimientos emocionales al rígido maestro  y fue el detonante para iniciar una riquísima, simbiótica y perdurable amistad entre el maestro y el alumno. Después de aquel primer “encuentro musical” tocar después de las clases se hizo casi un vicio o un habito para ambos. El alumno cada día sorprendía al maestro con el dominio del arte de la guitarra… Debió resultarle una experiencia personal maravillosa: entre sus pares, los alumnos, aquel muchacho podía de conservar el privilegio de dejarse las uñas largas; y frente al maestro se sentía igualado de tu a tu por el talento natural para la música. … y es que el que va  a (sobre) salir se asoma dice  un viejo refrán castellano.
    
    Alirio Díaz, en 1939,  habrá de venirse a Carora a los diez seis años de edad a proseguir sus estudios en la Escuela Federal Graduado Egidio Montesinos”. Al maestro Joaquín Ramos lo encontraremos dictando clases, ad honorem, en la escuela de Primera Letras “San Luis Gonzaga”, fundada por el Padre Pedro Felipe Montes de Oca, en la avenida El Cementerio. Fue un maestro sencillo, bondadoso y de una alma grande… Aceptabas que sus alumnos, niños y adultos, asistieran sin uniforme y hasta descalzos…Los Ferrer y los Sierraltas más antiguos que no les cuadraba nada decían de Manoquín que éste era un hombre bueno y noble. ¡Que su palabra vaya adelante!
     Después de aquel primer encuentro “accidental” entre Manoquin y Alirio Díaz en la escuelita de La Candelaria, Alirio Martín Díaz Leal ingresó a la cofradía de los grandes músicos de Carora.. y de ahí a la Eternidad… Hoy en día es uno de los muy escasos caroreños vivientes que nos llega de orgullo.  Ramos, ya hartamente conocido  como músico y compositor,  debió dar noticias a sus colegas caroreños  de las dotes musicales de aquel alumno que estuvo a punto de ganarse una palmetazo por “el descuido” de sus uñas.
    Cuando Alirio Díaz había agarrado vuelo propio, Joaquín Ramos, su maestro de tercer grado en la natal Canducha, le compuso varias canciones exclusivas para su alumno. Las más sonadas y conocidas de ellas sean quizás “Nostalgia” y Serenata Caroreña”, la primera incluida en el disco “Melodías Larenses”, 2004, dedicado al maestro Joaquín Ramos.
   Aquel muchacho campesino, nacido el 23 de noviembre de 1923, que ya venía con la  música en sus venas por herencia paterna en su edad febril recibió el estimulo necesario y oportuno de una maestro sabio, humilde y generoso  que lo hará encumbrarse como el guitarrista internacional más grande de todos  los tiempos… ¿y cuándo saldrá otro igual…o al menos parecido? El pasado martes aquel muchacho que estuvo a punto de “ganarse” una palmeta por sus uñas largas emprendió  su último vuelo: el de la inmortalidad. Ad æternum o Ad eternum, Ha sigo el caroreño mas grande, más universal de todos los tiempos; solo equiparable al General Pedro León Torres.

   

2 comentarios:

  1. Ah mundo no respetaron el crédito del fotógrafo además de haber editado muy mal la misma!!!!

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