Orlando Álvarez
Crespo.
En realidad debería ser una contradicción in terminis ser guerrillero venezolano en los años 60 – 70
y al propio tiempo ser brujo. Y es una contradicción porque la guerrilla
venezolana era de corte marxista; esto es, basada en una episteme, en una filosofía esencialmente racionalista y
materialista. El marxismo parte de un principio básico que sostiene que todo lo que existe o es; existe a partir
de la materia, de sus manifestaciones fenoménicas y de su evolución. Esto es un
principio filosófico y epistemológico
del marxismo; mientras que la creencia en la brujería (o algo parecido) supone, da por válido, que es posible la presencia de seres y/o objetos
o la ocurrencia de fenómenos a partir de cosas inmateriales o
sobrenaturales.
Una vez, por cierto, discutiendo sobre ese
tópico con el controversial Jorge Alonso Almarza (Q.E.P.D) éste resolvió tal
contradicción con una salida muy almarziana: “Bueno, Vale, esas son las
adaptaciones que hay que hacerle al marxismo en América Latina”… Pero marxismos
y brujería son conceptos contradictorios y mutuamente excluyentes.
Aclarado este punto, pasamos a referir
nuestra crónica caroreña de hoy que creemos merecía una aclaratoria. Cuando la izquierda venezolana se convence de
que hay que tomar la vía armada, irse a la montaña; sus correligionarios
locales también hacen lo propio. Se
“enconchan” por las inmediaciones de Los Cuevones, Las Palmitas y Pie de
Cuesta.
En
las zonas “guerrilleras” había de todo, y de TODO en los términos
juanpererianos. Inclusos los guerrilleros locales tenían su propio brujo que no
sabemos si era más brujo que médico o más médico que brujo. Tenía fama de ser
un hombre guapo y resteado. Los “thermocéfalos”
locales no solo contaban con los servicios médicos básicos y con la ayuda
espiritual-existencial del brujo sino que disponían de los útiles y oportunos
servicios informativos de la camarada
Teresa Pereira, una luchadora del PCV, hoy casi olvidada por los
revolucionarios de nuevo cuño. Esta humilde y testaruda campesina (que marchaba
los Primeros de Mayo con la
Bandera del PCV cuando este partido estaba proscrito) era quien ponía en manos de los guerrilleros
las medicinas, libros y alguna comida. Y desde luego “dateaba” cunado había un rumor de operativos de los fuerzas anti
subversión.
La otra persona, ya lo dejamos entrever,
era también muy útil. Era el camarada
Alcides Fernández (también lo conocían como Alcides Montilla), estudiante
aventajado de medicina que no logró titularse por “no sabemos porque”. Por la Academia , dominada la
medicina alopática y por su genio y herencia conocía los mejores secretos de
las Ciencias ocultas, de la
Ciencia de Ptolomeo y los antiguos sabios egipcios. Montilla
tenía una extraordinaria reputación como
curador y curandero de las enfermedades de la piel, enfermedades estomacales y
otras. Aún algunos viejos burócratas otrora
guerrilleros lo recuerdan con nostalgia cuando son víctimas de los sabañones
que no les vale ni el Canesten. Los hongos en los pies eran muy frecuentes en
los guerrilleros por el hecho de andar ellos siempre enzapatados. Alcides los combatía solo con hierbas de la
zona y por si acaso los rezaba.
Pero la más espectacular e increíble ayuda
que Montilla brindaba a los “combatientes” era un trabajo con el cual lograba
la invisibilidad (que es un proyecto reciente del Pentágono norteamericano). El
hacía que sus amigos pudieran escapar el cerco o la captura por parte del
Gobierno mediante una oración que debía ser repetida al pie de la letra por la
persona en cuestión. ¿Cómo? Cuando la
visualización de un camarada era inminente de parte de la policía, Montilla al
estilo de los sabios sacerdotes del Faraón, lograba hacerlo invisible con rezar
una oración mágica.
Demás está decir que este hombre era todo un experto curando o atendiendo las
mordidas de serpientes, las picaduras de insectos extraños, dolores, vómitos,
etc. De este personaje perdimos las pistas hace tiempo; vagamente lo recordamos
en las reuniones del MIR, con su figura desaliñada y conduciendo un “fiel”
escarabajo Volfwagen de fabricación alemana todo destartalado, pero nunca se
accidentaba. Llegó a establecer un consultorio en Carorita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario