El hombre que anunciaba la navidad.
Orlando
Álvarez Crespo.
La navidad no solo es la conmemoración del
nacimiento del hijo de Dios sino que
cada navidad en particular es un re-encuentro con las familia, con el
terruño donde nacemos o están los seres queridos. En cada pueblo la navidad
tiene un significado especial y único porque permite volver a los tiempos
primeros siempre nostálgicos. La navidad en cada pueblo o en alguna zona
particular de éste adquiere su propia fisonomía.
Así como en Macondo, el pueblo escenario de Cien Años de Soledad, un centenar de
mariposas amarillas anunciaban la
presencia de Mauricio Babilonia, el mecánico galante y amante clandestino de
Remedios Buendía; en el barrio Torrellas de Carora Marcos El Chirre anunciaba
con su cuatro y su vozarrón la llegada de la Navidad. Hasta hace escasos tres
lustros Marcos Álvarez en la primera semana de noviembre se armaba con su
resistente cuatro, su inconfundible voz
y un impelable litro de ron “Siquisique” y al mismo tiempo que de las
casonas cercanas a la Benéfica salía una agradable aroma a café recién colado
llegaba El Chirre a cantar aguinaldos, gaitas zulianas y un par de pegajosas
melodías populares. Se instaló definitivamente en nuestra ciudad luego de su
estadía en Caracas.
Marcos El Chirre Álvarez Pinto, era un típico
torrellero. Nació el 16 de enero de 1936. Su madre, una
coriana que también había emigrado al Zulia se llamaba Flor Pinto. Su padre Pablo Félix Álvarez conocido
popularmente como El Chirre Viejo. Ya antes y desde muy joven, en busca de
nuevos horizontes vitales y para no ser peón en los latifundios caroreños, había
emigrado en busca de mejores horizontes su pariente Titota Álvarez, su tío
abuelo y fundador de la saga bullanguera
de los Nicolaseros. Fue también Titota
quien trajo del Zulia la pasión por la gaita zuliana. Aquí fundó un conjunto
aguinaldo-gaitero que no tardó en ser emulado por los torrelleros primero y
luego por otros caroreños.
Marcos El Chirre se instalaba bien temprano
en La Benéfica. A ésta llegaba cuando el aroma del café de las casonas de la
aristocracia del barrio impregnaba el ambiente y ya algunos se dirigían a donde
Fausto Meléndez a tomar su cafecito mañanero. En escasos minutos ya Marcos
tenía su público y es que en La Benéfica siempre ha habido gente desde muy
tempranas horas de la mañana tal como lo expresara Beto Oropeza en un olvidado
verso que se llevó el viento.
En las frescas mañanas próximas a la navidad
cuando algún vecino yendo a la pulpería de Nicanor Graterol o a la de Requena
Crespo escuchaba la recia voz de El Chirre entonando un aguinaldo o una gaita, solía soltar la frase “ah mundo llegó la Navidad…” Y fue que El
Chirre asumió el anuncio anticipado de la
Navidad como un ritual religioso. Cantaba El Chirre las gaitas con su
voz, su viejo cuatro y su corazón. Y es que este humilde caballero sentía
pasión por la gaita porque ésta estaba asociada a los años dorados de su
juventud cuando en los campos petroleros ganaba plata, jugaba beisbol y era
comunista. Se identificaba bastante con las gaitas de contenido social o de
protesta como algunas de Ricardo
Aguirre. Un énfasis especial hacía en
las frases “Maracaibo marginada y sin un
real… cómo te puede pasar….” O en “un
pueblo noble y creyente te reclama…” o “cómo
es posible que el Papa le quite la santidad…” A veces solía rematar con una
frase extra melodía:” los adecos son unos
coños e madre…”
En otras épocas del año, cuando “rompía la
tapara” olvidaba un poco las gaitas y entonces cantaba melodías de arrabal,
boleros y otras de género romántico. Su canción predilecta era “Regalo de Amor”
de Oswaldo Gómez, El Indio Araucano.
En el ínterin que mediaba entre una y otra
gaita, El Chirre solía recordar alguna vivencia en los menes o bien referir un
dato sobre una gaita en particular. Tenía muchas historias para contar aunque
era un poco reservado. Había nacido allá por 1935. En el Zulia fue boxeador de
los buenos. Los más antiguos recuerdan la famosa pelea donde knockeó a Nato El
Burro en el botiquín de Juancho Rodríguez. En los años sesenta cuando vivió en
Caracas trabajó inicialmente como albañil y buhonero llegando a ser Presidente
de los Vendedores Ambulantes de Caracas.
Vivía en un hotel en El Silencio, frente a la Plaza Miranda.
Demás está anotar que todo ese ritual
musical estaba sazonado con una pendeja
botella de ron o cocuy. Pero no había
cosa que ofendiera más a El Chirre que un amigo bebiera más de la cuenta o se
echará un trago largo cuando él se lo invitaba. Era cuando con facilidad
soltaba una de esas palabrotas que no escribo por censura mediática a la vez
que miraba el nivel de aguardiente.
La voz de El Chirre se silenció en una
triste tarde del 11 de abril de 2006. Se murió Marcos y se acabó la navidad. No
hay ni siquiera taras negras ni Mauricio Babilonia. Ahora solo queda un vulgar
comercio de baratijas que se hacen desechables al día siguiente del Feliz Año.
Ya no hay pesebres ni aguinaldos ni gaitas buenas. “Ni siquiera las gaitas de
las locas de Simón ahora que hay más locas que nunca” dice con nostalgia Omar
Perozo el tamborero de Los Cardenales.
Algunos torrelleros amigos aún le recuerdan
fungiendo de cocinero en la preparación de un gustoso
sancocho que al estilo de los primeros pobladores de Pueblo Nuevo se solía
compartir en la Placita que hoy honra la memoria del Presidente de estado
(1916) Diógenes Torrellas Urquiola. El
Torrellas se edificó bajo la modalidad solidaria de la cayapa: el propietario
de la futura casa cubría los costes de los materiales y los vecinos ponían el
trabajo, el sancocho y el humor.
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