sábado, 2 de julio de 2016

                                           HOMENAJE A MI BARRIO.


      “EL barrio Torrellas acaba de cumplir 79 años del inicio de su fundación. Este sector caroreño, antes se llamaba Pueblo Nuevo. A fines de 1916 empezó a llamarse Torrellas a raíz de la funesta inundación del río Morere, que arrasó con las casas de El Calvario, El Taquito y otros aledaños citadinos. Era a la sazón presidente del Estado Lara, el progresista magistrado, general Diógenes Torrellas Urquiola, quien se comportó a la altura de las circunstancias con los damnificados de tan calamitosa catástrofe. En agradecimiento y gratitud, se le dio su nombre al naciente conglomerado.

        Torrellas Urquiola, tuvo un valioso colaborador en su secretario general de Gobierno, Br. Juan Antonio Guillén. Para ayudar a quienes las impetuosas aguas de Morere habían dejado sin vivienda y arrasado sus pocos enseres, se nombró una junta de Socorro y Sanidad integrada por los filántropos Dres. Lucio Antonio Zubillaga, José Luís Andrade, Ignacio Zubillaga y otros.

El Concejo Municipal estaba presidido por Don Felipe Montero, acompañado por los ediles: Francisco Meléndez Yépez, Ramón Pérez Alvarado, Antonio Perera y Juan Bta. Oviedo Bracho.Este último, autor de la letra del Himno del Estado Lara. Ejercía las funciones de secretario el Sr. Eduardo Sánchez y portero, Pablo Sosa. Este ayuntamiento caroreño comisionó al agrimensor Fortunato Franco Sosa para que trazara las calles del futuro barrio. Las actividades de las autoridades civiles estaban encomendadas al jefe civil del Distrito Torres, Gral. Miguel Oberto, quien tenía como secretario del despacho, al Dr. Pablo M. Rojas. El alcalde de cárcel, era Germán Martínez. Solamente contaban dos policías: Antonio Torres y Ventura Riera, a quien llamaban El Pato. El cura párroco de San Juan Bautista era el Pbro. Mardoqueo Perera. En San Dionisio, oficiaba el padre Pedro Felipe Montes de Oca. Esas eran las autoridades civiles, municipales y eclesiásticas en 1916, punto de referencia en nuestro devenir como núcleo humano en Pueblo Nuevo, hoy barrio Torrellas,

     Fue el Gral. Diógenes Urquiola, el que envió el primer funcionario público para que estudiara  la posibilidad de salvar a Carora de futuras inundaciones. Al efecto, encomendó esa misión al notable ingeniero, Dr. Horacio Castro, quien realizó los estudios preliminares correspondientes. Lamentablemente Torrellas Urquiola murió sorpresivamente el 15 de diciembre de ese mismo año, a los dos meses de la trágica inundación. Esto fue un duelo nacional por las condiciones excepcionales de este progresista magistrado regional. El vicario y cura de San Juan, Pbro. Mardoqueo Perera, durante los días 17 y 18 de diciembre ofició solemnes fúnebres y las naves del templo se llenaron de numerosa  concurrencia  y en un artístico catafalco,  se leía esta inscripción: “La sociedad caroreña a su benefactor”.  El liceo Contreras, para señoritas, fundado y dirigido por el Dr. Rafael Tobías Marquiz, de grata memoria, publicó en la revista “Minerva” un sentido acuerdo de duelo que firmaron: el Dr. Marquiz, Ramón Pompilio Oropeza, el padre Pedro Felipe Montes de Oca, Felipa Bracho de Yépez, María Perera A; y Ana Beatriz Herrera del Consejo de profesores del citado liceo. Torrellas Urquiola fue también protector del liceo “Contreras” al decretar 10 becas de estudios para el mismo. Luego, ocupó la presidencia del estado Lara el Gral. David Gimón y ratificó al Br. Juan Antonio Guillén como secretario de Gobierno.

      En estos 79 años del inicio del proceso de fundación del barrio Torrellas, estamos colocando los primeros eslabones de nuestra historia. Somos un conglomerado empezando a nacer. Sociológicamente surgimos de un matriarcado, ya que fueron en su generalidad, nuestras madres las que asumieron la responsabilidad del hogar precario en que nos levantamos, en la ausencia definitiva o temporal del padre. Al empezar a establecerse nuestro sector, sucedió una violenta emigración hacia los campos petroleros del estado  Zulia y capotera al hombro, se nos fueron muchos hombres a buscar la vida, ya que la muerte, sola llega, decían ellos y, encomendándose a Ntra. Sra. del Camino, imagen que se veneraba en la humilde casita de Elodia Torres, detrás de la Capilla de El Calvario, proseguían su vía crucis rumbo a Mene Grande, pasando por la tenebrosa montaña de Lara. En esa ruta quedaron sepultados muchos de nuestros antepasados, entre ellos, Checamito, su nombre era José del Carmen Pernalete, quien padecía de una enfermedad que no le permitía estar mucho tiempo fuera del agua; Salvador Torbello y Pedro Adjunta. En Mené Grande comían un plato barato llamado “pájaro agachao”, que era un salcocho de carne vieja de chivo y muy salada, que producía disentería. A esto le agregamos el largo viaje de regreso, acosados por alimañas y fieras salvajes, que tenían que realizar a macho talón. Regresaban con las ansias de la muerte, se comentaba.
     A los muchachos de entonces, nos daba catecismo en la escuela de San Luís, la niña Rosario Riera y en la noche recibíamos clases de primeras letras de los maestros Manuelito Castañeda y Joaquín Ramos. El local de esta escuelita fue construido por el albañil Juvenal Romero, estaba ubicada en la esquina que hoy forman la calle Monagas y la Av. El Cementerio. En la casa que existe allí inauguramos el centro social con el nombre del barrio y del equipo Torrellas, en mayo de 1952.

      Entre nuestras cosas tradicionales, es ineludible dejar de mencionar El Yabal, donde vivía en su casita llamada “Bomboná”, Casilda, ancianita simpática y hacendosa, la de las arepas inconfundibles; Lito, con su voluminosa carga de hachos para combustible de los hornos caseros;  casa “Campolindo”, hospedaje para arrieros. Frente a la misma había un letrero que anunciaba: ‘Guarapo de piña a locha el vaso”. ‘La Playa de las Cuerdas, sitio propicio para extender las cuerdas de chivo y elevar papagayos. La maño de Dios, donde se vendía cocuy 56 legítimo y donde varios amigos una vez celebrado un aguacero con tiros al aire, una persona que entraba a guarecerse, recibió un tiro en la frente. El Cometa, sitio preferido por los consumidores de la humilde penca. Pulpería La Frontera, de Vale Juan Riera Salas, donde había un tabique con un hombre pintado y una piedra en la mano en posición de matar una rata, alusión del trago mañanero. La Cruz de Palomares, que como un rito había que arrimarle una piedra  en señal de buena suerte. El Túmulo del Cólera, fosa común de las víctimas de ese flagelo. Los grandes desafíos de pelota criolla, en los largueros que hacia el popular “Tía Playa”. El singular y pacífico Cocho, no recibía nada que fuera de comer, por que decía: “Eso tiene espuma de sapo”, en cambio, cuando le daban una locha, se alegraba mucho y exclamaba: “Ah manta Cocho”.  En cambio Miguelote, en su inocencia natural, le llevaba la contraria y Gritaba: “Tengo hambre, quiero comer pan y carota”; Y Gabino, que sacó a pilón la pesada puerta de hierro del manicomio, levantándola en vilo, la fue a llevar al Cuartel de Policía diciéndoles: “Aquí les hace más falta”, Pilar Nieves (Manolay) y su hermano Titorria, obeso y taciturno, presidiario de su propia obsesión. Sólo asomándose curiosamente por la ventana de su cuarto podría vérsele. En cambio Manolay, viejito simpático y dicharachero, dejó a los muchachos de entonces, el recuerdo de su sana bohemia y su temperamento musical que demostraba cuando entre pecho y paleta, tenía varias libaciones del proletario cocuy de penca y sus amigos en cordial chanza, .le decía: “Ah mundo cuando Manolay tocaba” y él rápidamente contestaba “que tocaba no, que toco” y agarraba su bandolín y demostraba su condición de músico tocando el único valsesito que sabía. Soterito, otro personaje popular, cabalgando un burro recorría las calles del incipiente barrio Torrellas, cambio papas y cambures por frascos y botellas vacías, que después vendía en las boticas. Jeremías, de piernas atrofiadas, se desplazaba a brincos con unos soportes de madera en las manos y otras veces montado en su fiel y manso burrito que tenía una montura de madera en forma de equis para poder conservar el equilibrio.

     En nuestras cosas simples y sencillas, pero muy humanas, surge también, elemento representativo de lo autóctono, o raizal, vestigios de nuestros aborígenes. Así vemos la manifestación espontánea y primitiva de un grupo de cantores populares encabezados por el famoso tamborero Juan Bautista Álvarez (El Negro), a quien inmortalizó en Botuto, el poeta proletario, Segundo Ignacio Ramos, cuando al morir el Dr. Efraín Franco Urrieta, le escribió el poema “Las quejas de La Guaricha” y le dice “No toques mas negro Tita/deja negro ese tambor/porque asustas la guaricha y en el bohío el dolor / Es que ha muerto El Negro Franco/el más indio de la casta”-.  Se les llamar cariñosamente “Los Nicolaseros” y ya es tradicional que en los días navideños y Año Nuevo, salgan con sus cuatros, tambores, furrucos y maracas a improvisar villancicos, aguinaldos y décimas. En mayo en los velorios a la Santa Cruz, son magníficos salveros. Estos músicos populares son genuinos intérpretes de nuestro folclor con la espontaneidad y el colorido que vibra en sus manifestaciones del más puro sentimiento ancestral.

          “La Borrachera” era una faena muy emocionante que se producía en El Morere, cuando el zanjón El Chorro ensuciaba sus aguas con su caudal de barro liquido y hacía flotar a la superficie, bagres, guabinas, sapos… y hasta caimanes. Y los chivos que caían al cauce, también se sumaban al festín de los improvisados pescadores. Después de la barrialosa jornada, cada quien traía su sartal de pescados que dorados al sol, en una cuerda colgada en el patio de la casa, servía para el consumo durante varias semanas, era nuestro goce humilde.
         Voy a concluir en la seguridad de que tenemos un saldo positivo en la conmemoración de estos 79 años del barrio Torrellas.

     Tenemos un Centro Social Deportivo que es la esperanza cultural de nuestra juventud. El equipo de béisbol “Torrellas B.B.C” nos ha dado muchos triunfos deportivos y ha sido vehículo fundamental en la promoción del barrio.          Nuestros jóvenes deportistas cuentan con una cancha múltiple; hay una biblioteca pública; en nuestro ámbito geográfico tenemos varios institutos de educación primaria y superior; contamos con la primera tipografía fundada en nuestro barrio por el señor Carlos Ferrer, la Parroquia Nuestra Señora de Coromoto, atiende nuestras necesidades espirituales y fue creada por Monseñor Eduardo Herrera Riera.  Nuestros sectores se están organizando en juntas de vecinos; la cooperativa Coromoto Torrellas, trabaja positivamente. De nuestro seno, han salido médicos, sacerdotes, profesores, abogados, maestros, contabilistas, secretarios, ejecutivos, tipógrafos, médicos, veterinarios, peritos; agropecuarios licenciados, veterinarios; trabajadores culturales, maestros de la construcción, ebanistas, carpinteros, albañiles, zapateros, sastres, barqueros, comerciantes y toda una gama de ocupaciones útiles que nos ayudarán con firmeza a construir las bases para la futura historia de nuestro querido barrio Torrellas, donde, siempre lo digo, tengo enterrado mi ombligo y he sembrado mis mejores sentimientos”.
                                              

                                                                                                          Segundo A,  Camacho,

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