HOMENAJE A MI
BARRIO.
“EL barrio Torrellas acaba de cumplir 79 años
del inicio de su fundación. Este sector caroreño, antes se llamaba Pueblo
Nuevo. A fines de 1916 empezó a llamarse Torrellas a raíz de la funesta
inundación del río Morere, que arrasó con las casas de El Calvario, El Taquito
y otros aledaños citadinos. Era a la sazón presidente del Estado Lara, el
progresista magistrado, general Diógenes Torrellas Urquiola, quien se comportó
a la altura de las circunstancias con los damnificados de tan calamitosa
catástrofe. En agradecimiento y gratitud, se le dio su nombre al naciente
conglomerado.
Torrellas Urquiola, tuvo un valioso
colaborador en su secretario general de Gobierno, Br. Juan Antonio Guillén.
Para ayudar a quienes las impetuosas aguas de Morere habían dejado sin vivienda
y arrasado sus pocos enseres, se nombró una junta de Socorro y Sanidad
integrada por los filántropos Dres. Lucio Antonio Zubillaga, José Luís Andrade,
Ignacio Zubillaga y otros.
El Concejo Municipal estaba presidido
por Don Felipe Montero, acompañado por los ediles: Francisco Meléndez Yépez,
Ramón Pérez Alvarado, Antonio Perera y Juan Bta. Oviedo Bracho.Este último,
autor de la letra del Himno del Estado Lara. Ejercía las funciones de
secretario el Sr. Eduardo Sánchez y portero, Pablo Sosa. Este ayuntamiento
caroreño comisionó al agrimensor Fortunato Franco Sosa para que trazara las
calles del futuro barrio. Las actividades de las autoridades civiles estaban
encomendadas al jefe civil del Distrito Torres, Gral. Miguel Oberto, quien
tenía como secretario del despacho, al Dr. Pablo M. Rojas. El alcalde de
cárcel, era Germán Martínez. Solamente contaban dos policías: Antonio Torres y
Ventura Riera, a quien llamaban El Pato. El cura párroco de San Juan Bautista
era el Pbro. Mardoqueo Perera. En San Dionisio, oficiaba el padre Pedro Felipe
Montes de Oca. Esas eran las autoridades civiles, municipales y eclesiásticas
en 1916, punto de referencia en nuestro devenir como núcleo humano en Pueblo
Nuevo, hoy barrio Torrellas,
Fue el Gral. Diógenes Urquiola, el que envió el primer funcionario
público para que estudiara la
posibilidad de salvar a Carora de futuras inundaciones. Al efecto, encomendó
esa misión al notable ingeniero, Dr. Horacio Castro, quien realizó los estudios
preliminares correspondientes. Lamentablemente Torrellas Urquiola murió
sorpresivamente el 15 de diciembre de ese mismo año, a los dos meses de la
trágica inundación. Esto fue un duelo nacional por las condiciones
excepcionales de este progresista magistrado regional. El vicario y cura de San
Juan, Pbro. Mardoqueo Perera, durante los días 17 y 18 de diciembre ofició
solemnes fúnebres y las naves del templo se llenaron de numerosa concurrencia y en un artístico catafalco, se leía esta inscripción: “La sociedad caroreña a su benefactor”. El liceo Contreras, para señoritas, fundado y
dirigido por el Dr. Rafael Tobías Marquiz, de grata memoria, publicó en la
revista “Minerva” un sentido acuerdo
de duelo que firmaron: el Dr. Marquiz, Ramón Pompilio Oropeza, el padre Pedro
Felipe Montes de Oca, Felipa Bracho de Yépez, María Perera A; y Ana Beatriz
Herrera del Consejo de profesores del citado liceo. Torrellas Urquiola fue
también protector del liceo “Contreras” al decretar 10 becas de estudios para
el mismo. Luego, ocupó la presidencia del estado Lara el Gral. David Gimón y
ratificó al Br. Juan Antonio Guillén como secretario de Gobierno.
En estos 79 años del inicio del proceso de fundación del barrio
Torrellas, estamos colocando los primeros eslabones de nuestra historia. Somos
un conglomerado empezando a nacer. Sociológicamente surgimos de un matriarcado,
ya que fueron en su generalidad, nuestras madres las que asumieron la
responsabilidad del hogar precario en que nos levantamos, en la ausencia
definitiva o temporal del padre. Al empezar a establecerse nuestro sector,
sucedió una violenta emigración hacia los campos petroleros del estado Zulia y capotera al hombro, se nos fueron
muchos hombres a buscar la vida, ya que la muerte, sola llega, decían ellos y,
encomendándose a Ntra. Sra. del Camino, imagen que se veneraba en la humilde
casita de Elodia Torres, detrás de la Capilla de El Calvario, proseguían su vía crucis
rumbo a Mene Grande, pasando por la tenebrosa montaña de Lara. En esa ruta
quedaron sepultados muchos de nuestros antepasados, entre ellos, Checamito, su
nombre era José del Carmen Pernalete, quien padecía de una enfermedad que no le
permitía estar mucho tiempo fuera del agua; Salvador Torbello y Pedro Adjunta.
En Mené Grande comían un plato barato llamado “pájaro agachao”, que era un
salcocho de carne vieja de chivo y muy salada, que producía disentería. A esto
le agregamos el largo viaje de regreso, acosados por alimañas y fieras
salvajes, que tenían que realizar a macho talón. Regresaban con las ansias de
la muerte, se comentaba.
A los muchachos de entonces, nos daba catecismo en la escuela de San
Luís, la niña Rosario Riera y en la noche recibíamos clases de primeras letras
de los maestros Manuelito Castañeda y Joaquín Ramos. El local de esta escuelita
fue construido por el albañil Juvenal Romero, estaba ubicada en la esquina que
hoy forman la calle Monagas y la
Av. El Cementerio. En la casa que existe allí inauguramos el
centro social con el nombre del barrio y del equipo Torrellas, en mayo de 1952.
Entre nuestras cosas tradicionales, es ineludible dejar de mencionar El
Yabal, donde vivía en su casita llamada “Bomboná”, Casilda, ancianita simpática
y hacendosa, la de las arepas inconfundibles; Lito, con su voluminosa carga de
hachos para combustible de los hornos caseros; casa “Campolindo”, hospedaje para arrieros.
Frente a la misma había un letrero que anunciaba: ‘Guarapo de piña a locha el
vaso”. ‘La Playa
de las Cuerdas, sitio propicio para extender las cuerdas de chivo y elevar
papagayos. La maño de Dios, donde se vendía cocuy 56 legítimo y donde varios
amigos una vez celebrado un aguacero con tiros al aire, una persona que entraba
a guarecerse, recibió un tiro en la frente. El Cometa, sitio preferido por los
consumidores de la humilde penca. Pulpería La
Frontera , de Vale Juan Riera Salas, donde había un
tabique con un hombre pintado y una piedra en la mano en posición de matar una
rata, alusión del trago mañanero. La
Cruz de Palomares, que como un rito había que arrimarle una
piedra en señal de buena suerte. El
Túmulo del Cólera, fosa común de las víctimas de ese flagelo. Los grandes
desafíos de pelota criolla, en los largueros que hacia el popular “Tía Playa”.
El singular y pacífico Cocho, no recibía
nada que fuera de comer, por que decía: “Eso tiene espuma de sapo”, en cambio,
cuando le daban una locha, se alegraba mucho y exclamaba: “Ah manta Cocho”. En cambio Miguelote, en su inocencia natural,
le llevaba la contraria y Gritaba: “Tengo
hambre, quiero comer pan y carota”; Y Gabino, que sacó a pilón la pesada
puerta de hierro del manicomio, levantándola en vilo, la fue a llevar al
Cuartel de Policía diciéndoles: “Aquí les
hace más falta”, Pilar Nieves (Manolay) y su hermano Titorria, obeso y
taciturno, presidiario de su propia obsesión. Sólo asomándose curiosamente por
la ventana de su cuarto podría vérsele. En cambio Manolay, viejito simpático y
dicharachero, dejó a los muchachos de entonces, el recuerdo de su sana bohemia
y su temperamento musical que demostraba cuando entre pecho y paleta, tenía
varias libaciones del proletario cocuy de penca y sus amigos en cordial chanza,
.le decía: “Ah mundo cuando Manolay tocaba” y él rápidamente contestaba “que
tocaba no, que toco” y agarraba su bandolín y demostraba su condición de músico
tocando el único valsesito que sabía. Soterito, otro personaje popular,
cabalgando un burro recorría las calles del incipiente barrio Torrellas, cambio
papas y cambures por frascos y botellas vacías, que después vendía en las
boticas. Jeremías, de piernas atrofiadas, se desplazaba a brincos con unos
soportes de madera en las manos y otras veces montado en su fiel y manso burrito
que tenía una montura de madera en forma de equis para poder conservar el
equilibrio.
En nuestras cosas simples y sencillas, pero muy humanas, surge también,
elemento representativo de lo autóctono, o raizal, vestigios de nuestros
aborígenes. Así vemos la manifestación espontánea y primitiva de un grupo de
cantores populares encabezados por el famoso tamborero Juan Bautista Álvarez
(El Negro), a quien inmortalizó en Botuto, el poeta proletario, Segundo Ignacio
Ramos, cuando al morir el Dr. Efraín Franco Urrieta, le escribió el poema “Las quejas de La Guaricha ” y le dice
“No toques mas negro Tita/deja negro ese tambor/porque asustas la guaricha y en
el bohío el dolor / Es que ha muerto El Negro Franco/el más indio de la casta”-.
Se les llamar cariñosamente “Los Nicolaseros” y ya es tradicional que
en los días navideños y Año Nuevo, salgan con sus cuatros, tambores, furrucos y
maracas a improvisar villancicos, aguinaldos y décimas. En mayo en los velorios
a la Santa Cruz ,
son magníficos salveros. Estos músicos populares son genuinos intérpretes de nuestro
folclor con la espontaneidad y el colorido que vibra en sus manifestaciones del
más puro sentimiento ancestral.
“La Borrachera” era una faena muy
emocionante que se producía en El Morere, cuando el zanjón El Chorro ensuciaba
sus aguas con su caudal de barro liquido y hacía flotar a la superficie,
bagres, guabinas, sapos… y hasta caimanes. Y los chivos que caían al cauce,
también se sumaban al festín de los improvisados pescadores. Después de la barrialosa
jornada, cada quien traía su sartal de pescados que dorados al sol, en una
cuerda colgada en el patio de la casa, servía para el consumo durante varias
semanas, era nuestro goce humilde.
Voy a concluir en la seguridad de que
tenemos un saldo positivo en la conmemoración de estos 79 años del barrio Torrellas.
Tenemos un Centro Social Deportivo que es la esperanza cultural de
nuestra juventud. El equipo de béisbol “Torrellas
B.B.C” nos ha dado muchos triunfos deportivos y ha sido vehículo
fundamental en la promoción del barrio. Nuestros jóvenes deportistas cuentan
con una cancha múltiple; hay una biblioteca pública; en nuestro ámbito
geográfico tenemos varios institutos de educación primaria y superior; contamos
con la primera tipografía fundada en nuestro barrio por el señor Carlos Ferrer,
la Parroquia Nuestra
Señora de Coromoto, atiende nuestras necesidades espirituales y fue creada por
Monseñor Eduardo Herrera Riera. Nuestros
sectores se están organizando en juntas de vecinos; la cooperativa Coromoto Torrellas, trabaja
positivamente. De nuestro seno, han salido médicos, sacerdotes, profesores,
abogados, maestros, contabilistas, secretarios, ejecutivos, tipógrafos,
médicos, veterinarios, peritos; agropecuarios licenciados, veterinarios; trabajadores
culturales, maestros de la construcción, ebanistas, carpinteros, albañiles,
zapateros, sastres, barqueros, comerciantes y toda una gama de ocupaciones
útiles que nos ayudarán con firmeza a construir las bases para la futura
historia de nuestro querido barrio Torrellas, donde, siempre lo digo, tengo
enterrado mi ombligo y he sembrado mis mejores sentimientos”.
Segundo A,
Camacho,
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